Aqui estoy tranquila La danza de las horas llega La danza de la espera sigue. Yo soy la vida.

domingo, 18 de mayo de 2014

Así, los que a comienzos de siglo apenas aprendían sus primeras letras, suma y resta y las tablas del 9, fueron creciendo en medio de la zozobra al ver como un país se desmorona desde lo que se creía eran sus sólidas bases, y contemplan como la misma base familiar se destruye. Educándose en medio de una sociedad que va acostumbrándose a que lo normal es la mediocridad, el deterioro, la corrupción, la inflación, la inseguridad. La ruina.

Notitarde 15/05/2014 
Albersidades

El despertar


Peter Albers
Estarían aprendiendo las primeras letras. Suma y resta, las tablas del 9. En escuelas de arquitectura buena, regular y mala. Maestros buenos, regulares y malos. Pupitres buenos, regulares y malos. De cada cosa, más regulares que buenos y malos. Niños ricos, clase media, pobres, pero todos con una ilusión: aprender, crecer y llegar a ser alguien en la vida. Algunos, flojos, viciados, iniciándose ya en el mundo de la droga y el delito. Fáciles para ser captados por las bandas de delincuentes. Pero la mayoría, ilusionada por tener un futuro mejor, llegar a obtener una educación suficiente para desempeñar un cargo o ejercer alguna profesión, bien remunerados, o al menos suficientes como para mantener a su futura familia en condiciones dignas, y de sobra pasarle algo a "la vieja".
Mientras tanto, un hábil parlanchín, convertido en político llegó para ofrecer un país utópico, con un programa socialista que copiaba viejas fórmulas económicas y sociales ya probadamente fracasadas, pero con una mano de barniz "siglo 21", y según el cual todos los venezolanos serían iguales, felices y educados. Nunca dijo en qué nivel nos igualaría, y cómo nos educaría; sólo habló de "un mar" en cuanto a lo "felices" que seríamos.
Es ya historia conocida cómo ese ignorante en las artes de gobernar, cuya única noción de gobierno era obedecer a sus superiores y mandar a sus subordinados, acabó con la economía del país, nos dividió en dos grupos hasta ahora irreconciliables, y permitió que su corte de privilegiados saqueara los enormes recursos que nos proveyó un precio récord del barril de petróleo, que se ha mantenido por 15 años. Todo eso antes de morir de mala manera, envuelto el desenlace en una cortina de misterio y mentiras, que nos hacen dudar hasta de si lo que veneran en su catafalco son realmente sus restos. Y su sucesor lo está haciendo peor.
Así, los que a comienzos de siglo apenas aprendían sus primeras letras, suma y resta y las tablas del 9, fueron creciendo en medio de la zozobra al ver como un país se desmorona desde lo que se creía eran sus sólidas bases, y contemplan como la misma base familiar se destruye. Educándose en medio de una sociedad que va acostumbrándose a que lo normal es la mediocridad, el deterioro, la corrupción, la inflación, la inseguridad. La ruina.
Pero en algún momento esos jóvenes despiertan a una dura realidad. En la proximidad de la culminación de su preparación profesional, se dan cuenta de que en el país cierran las fábricas y los comercios donde pudieran haber prestado los servicios para los cuales se prepararon; que los campos ya no se cultivan, abandonados ante la arremetida expropiadora por un estado paquidérmico incapaz de sembrar ni un grano de maíz, mucho menos de cultivarlo y cosecharlo. No hay futuro para ellos.
Ahora libran una batalla. Al comienzo fueron unos pocos, pero a medida que avanza el deterioro, el abandono, el desabastecimiento, otros van sumándose. La represión, el encarcelamiento arbitrario, la tortura y los maltratos a los que caen en las manos de otros venezolanos fanatizados por el adoctrinamiento cubano, ha afianzado la valentía y determinación de esos jóvenes

No es la primera vez que la juventud venezolana se rebela contra un régimen despótico. Siempre ha triunfado, y no hay razones para pensar que esta vez será distinto.
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers

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