Aqui estoy tranquila La danza de las horas llega La danza de la espera sigue. Yo soy la vida.

lunes, 18 de enero de 2016

El Papa advierte: ‘No hay conciencia del bien que puede hacer un educador’

Notas actuales que enriquecen el blog de Lucy...la maestra.


El Congreso Interamericano de Educación Católica en Brasil recibe un vídeo mensaje del Papa donde les anima a educar como lo hizo Jesús

A scene of the video One Human Family
Caritas Internationalis - YouTube
El papa Francisco invita a los educadores a crear una cultura del encuentro entre los jóvenes, en el vídeo mensaje enviado a los participantes del XXIV Congreso Interamericano de Educación Católica en Brasil, que se celebró en San Pablo del 13 al 15 de enero. De este modo, el Santo Padre saluda a los docentes de América organizados por la Confederación Interamericana de Educación Católica. Y les agradece lo que hacen por la educación, “es probablemente uno de los desafíos más grandes”.
Al respecto, advierte que “el pacto educativo está roto”. Del mismo modo explica que la educación, en un mundo donde al centro de la organización mundial no está el hombre sino el miedo, “se está volviendo cada vez más elitista la educación” e incluso, observa Francisco, “nominalista, en el sentido de darle contenidos de nociones, de manera que no completa todo lo humano porque la persona, para sentirse persona, tiene que sentir, tiene que pensar, tiene que hacer”.
En esta misma línea, el Pontífice reconoce que el trabajo de los profesores, “es muy grande” pero que a la vez “son los que sufren, en general, la injusticia más grande, son los peores pagados, o sea, no hay conciencia del bien que puede hacer un educador”.
Por eso, pide abrir el plano de la educación hacia la cultura del encuentro, “que los jóvenes se encuentren entre ellos, sepan sentir, sepan trabajar juntos, sean de la religión que sean, sean de la etnia que sean, de la cultura de la cual vengan, pero juntos por la humanidad”.
En su mensaje, el Santo Padre pide a los profesores que “sigan adelante, que no se cierren a nuevas propuestas, a propuestas audaces de educación.” Y les pide que busquen siempre la cultura del encuentro, no del desencuentro o de la no integración, de la exclusión, “donde solamente una élite, a través de una educación selectiva, va a tener el poder el día de mañana o el día de hoy mismo”.
Finalmente, el Santo Padre les recuerda que ser educador es lo que hizo Jesús: “nos educó”. Y explica que “contra todo un sistema educativo, de los doctores de la Ley, de la rigidez” Jesús nos educa en dos columnas muy grandes: “las bienaventuranzas”, y el protocolo sobre el cual vamos a ser juzgados, “que está en Mateo 25”. Con eso destruyó, advierte al concluir su discurso, todo un sistema educativo basado en normas y en preceptos.

Mensaje del Papa por el Congreso de Educación Católica de Brasil: que la cultura del encuentro esté en la educación

Mensaje del Papa por el Congreso de Educación Católica de Brasil: que la cultura del encuentro esté en la educación

2016-01-15 Radio Vaticana
 
(RV).- “Les pido que, por favor, sigan adelante, que no se cierren a nuevas propuestas, a propuestas audaces de educación”, son palabras del Papa Francisco en el video mensaje enviado a los participantes de XXIV Congreso Interamericano de Educación Católica en Brasil, que se celebró en San Pablo del 13 al 15 de enero.
Mensaje completo del Papa:
Les quiero hacer llegar un saludo a los docentes de América, reunidos en esa hermosa tierra brasileña, organizados por la Confederación Interamericana de Educación Católica. Les agradezco lo que hacen por la educación, es probablemente uno de los desafíos más grandes. Ustedes saben que el pacto educativo está roto. Ustedes saben que la educación, en un mundo donde al centro de la organización mundial no está el hombre sino el miedo, en un mundo así, se está volviendo cada vez más elitista la educación y, hasta diría, nominalista, en el sentido de darle contenidos de nociones, de manera que no completa todo lo humano porque la persona, para sentirse persona, tiene que sentir, tiene que pensar, tiene que hacer. Esos tres lenguajes tan sencillos: el lenguaje de la mente, el del corazón, el de las manos.
En este momento, el trabajo de ustedes es muy grande. Ya sé, los educadores son los que sufren, en general, la injusticia más grande, son los peores pagados, o sea, no hay conciencia del bien que puede hacer un educador. Hay que abrir el plano de la educación hacia esa cultura del encuentro, que los jóvenes se encuentren entre ellos, sepan sentir, sepan trabajar juntos, sean de la religión que sean, sean de la etnia que sean, de la cultura de la cual vengan, pero juntos por la humanidad. Eso es la cultura del encuentro: es el momento en que la educación enseña a encontrarse a la gente y a llevar adelante obras de siembra. Eso fue lo que en Buenos Aires -no a mí, a mí no se me ocurrió, se le ocurrió a unos laicos- me llevó a favorecer lo que en su momento se llamó “Escuela de vecinos”, que era integrar el pensamiento, el sentimiento de los chicos, de las chicas, que estaban en educación, todas sus inquietudes. Eso fue madurando, se desarrolló y, hoy día, es esa asociación que se llama Schola  y que está abriendo caminos, a través del deporte, del arte. El deporte educa, educa en lo que es trabajo en equipo. El arte educa, la ciencia educa, el diálogo educa. Eso es lo que hace hoy día Scholas y que, seguramente, está presente en el encuentro de ustedes.
A ustedes les pido que, por favor, sigan adelante, que no se cierren a nuevas propuestas, a propuestas audaces de educación. La concepción educativa como transmisión de contenidos, se acabó, está agotada. Un educador brasileño – no me acuerdo el nombre, creo de Matos, pero no recuerdo- decía que la educación tiene que estar basada en tres pilares: transmisión de contenidos, transmisión de hábitos y transmisión de valoraciones - una linda, una linda expresión-. Bueno, eso ahora tradúzcanlo en actividades, y ahí sí van a hacer la cultura del encuentro y no la del desencuentro, o peor, la cultura de la no integración, de la exclusión, donde solamente una élite, a través de una educación selectiva, va a tener el poder el día de mañana o el día de hoy mismo.
Les agradezco lo que hacen, les agradezco la vocación. Ser educador es lo que hizo Jesús: nos educó. Contra todo un sistema educativo, de los doctores de la Ley, de la rigidez - léanse todos los piropos que Jesús le dice a esa gente en el capítulo 23 de San Mateo- Jesús nos  educa a través de otra manera, a través de otro estilo. Nos educa en dos columnas muy grandes: las bienaventuranzas, al principio del Evangelio, y el protocolo sobre el cual vamos a ser juzgados, que está en Mateo 25. Con eso destruyó todo un sistema educativo basado en normas, en preceptos, que en última instancia, se puede decir que era la profecía de lo que fue la Ilustración, que hoy en día la Ilustración no nos sirve para nada.
Qué Dios los bendiga, recen por mí y sigan adelante y trabajen. Y ojalá los gobiernos sean conscientes de lo que hacen ustedes y les paguen más. Gracias.
(from Vatican Radio)

viernes, 24 de julio de 2015

Hoy día en el que conmemoramos el nacimiento del padre de la patria Simón Bolívar este blog cierra sus páginas por petición de quien es la figura central del mismo...Ojalá haya servido para que la obra de la poetisa Lucy Magallanes sea conocida a través de las redes, ya que la publicación de los tantos originales que tiene en su poder no ha sido posible. Un gran abrazo a todos nuestros lectores y siento que he cumplido con mi intento de difundir y honrar a mi gran amiga Lucy. Si se nos hace posible publicar más libros de ella agregaremos nuevas entradas, pero por ahora les decimos "Hasta Pronto"-



Cartas y discursos del Libertador: Tanto puño como letra

Simón Bolívar
Simón Bolívar
El general Simón Bolívar, según palabras de Rufino Blanco Fombona, dedicaba a diario horas enteras a su correspondencia, aunque es sabido que es sabido que ya, en sus últimos años, pedía la incineración de sus documentos para evitar que cayeran en manos de adversarios o detractores. Se sabía que su temperamento había encontrado cauce idóneo en la expresión escrita, pero muy pocos estaban conscientes del enorme volumen de sus textos, inéditos en su mayoría a la fecha de su deceso. Solo la oratoria alcanzó difusión contemporánea con su autor

Como esos niños rusos, pálidos y excéntricos, célebres por mantener a la vez docenas de pujas en multiplicados tableros de ajedrez, es fama que Bolívar era capaz de dictar varias cartas al mismo tiempo mientras se paseaba por la habitación sosteniendo un libro en la mano, que cada tanto se detenía a revisar. Y otras veces, tal como ha quedado registrado en los testimonios de quienes tenían acceso a él mientras hacía estos dictados, lo hacía meciéndose en una hamaca y silbando un aire publicano francés cuyo compás levaba golpeándose los pies uno contra otro.
"Bolívar –escribió Rufino Blanco Fombona en el prólogo de su recopilación titulada Discursos y proclamas– dedica todos los días, horas enteras a su correspondencia, según consta de O'Leary de otros contemporáneos... Con los escribientes desfoga a veces su mal humor. "Martel está más torpe que nunca', le dicta al propio Martel comunicándose con un corresponsal. En otra ocasión, el 8 de abril de 1825, expone, desde Lima, al general Urdaneta: "no tengo quién me escriba y yo no sé escribir. Cada instante tengo que buscar nuevo amanuense y que sufrir con ellos las más furiosas rabietas, por lo que me es imposible tener correspondencia con nadie".
A este ritmo, el de la fiera que salva la cuadrícula de su confín con zancadas de desasosiego e incontinencia verbal, Bolívar va acumulando esa descomunal escritura que nunca fue concebida como los diversos originales de libros diferentes, –de etapas recortadas por los extremos en un proceso de producción intelectual–, sino como un aluvión de ideas, gestos, afanes, sentimientos, rencores y proyectos que otro apunta –dejando en ello el aliento– con trazos de tinta fresca sobre papel como (imposible eludir la metáfora, obvia) rastros de sangre que fundaran un mapa sobre el territorio iletrado donde habrá de erigirse una nación, la nueva nación americana.


La escritura bolivariana, siguiendo el inventario de Manuel Pérez Vila, se mueve en un temario de amplio concernimiento que incluye: "los mensajes donde expone sus proyectos constitucionales; su concepto de la independencia y de la democracia; sus iniciativas en pro de la igualdad social; su lucha contra el peculado y la corrupción administrativa; sus ideas sobre el poder moral; su decidida promoción de la educación y la cultura; su visión americanista y universal; su repudio de la esclavitud y de la mita; su preservación del patrimonio minero, forestal, y de los recursos naturales no renovables; en general; sus medidas en pro de la infancia abandonada; su defensa de la soberanía nacional; su protección a la agricultura y a la industria".
Sentir las voces
Con excepción de aquellas primeras cartas que escribiera siendo un jovencito –originales, por cierto, que no destacan por su prolijidad ortográfica y que Mariano Picón Salas justifica en De la Conquista la Independencia, diciendo que: "La ortografía en que el futuro Libertador escribe sus cartas es aún deficiente, pero todo lo compensa con la audacia y la energía de lo que ya hace y dice"–; el resto de la escritura de Bolívar de la mediación de un secretario para aflorar en el folio. Su redacción no es, pues, ese ejercicio de cálculo y precisión donde se miden las destrezas de cualquier escritor (ese ejercicio de reescritura que gobierna en toda escritura) sino la respuesta, presurosa y radical, que imponían las circunstancias.
"Hay que admitir con Salcedo Bastardo", ha propuesto Domingo Miliani en País de lotófagos, "que Bolívar fue predominantemente un hombre de acción, un militar infatigable en el combate, un legislador afanoso, un constructor de nacionalidades constitutivas de una gran nacionalidad americana, proyectada aunque no lograda completamente por él. La intención dominante de su escritura es política".
Lo que implica que si la escritura de Bolívar reclama en ocasiones una lectura cargada de estremecimientos estéticos y emotivos, es decir, literarios, es porque ha logrado pactar con el lector y apelar de este sensaciones que no parecieron estar planificadas en el momento de la redacción. Es lo que evidencia la interpretación de Arturo Uslar Pietri, quien en Letras y hombres de Venezuela, dejó apuntado que Bolívar: "Tenía en grado excelso el don de expresión de los grandes escritores. Lo que hacía correspondía a un pensamiento luminoso y se manifestaba en una expresión viva y hermosa. Sentía las voces. Pero, aún por encima de todo esto, es una de las almas más cargadas de sed trágica que hayan conocido los hombres. Nadie se ha parecido más a un mundo, y nunca un mundo tan extenso, complejo arduo, se ha expresado con más plenitud en un alma.
No poca sensualidad
"Su gusto literario", afirma Uslar "se había formado en el neoclasicismo. Cuando con tanta donosura hace la crítica del poema de Olmedo, cita sin vacilaciones a Horario, a Boileau y a Pope. Pero cuando se pone a escribir se olvida de esa preceptiva tiesa y artificial, y o guarda de ella sino la invitación a la claridad. Su prosa tiene un vigor, una flexibilidad, un ritmo vital, que no se encuentra en ningún prosista castellano de su tiempo. Sus cartas y sus discursos revelan un excepcional don de expresión. Puede Bolívar tomarse por el primer prosista hispanoamericano de su hora".
No está demás destacar que, a pesar del notable –y nada común– entusiasmo puesto por Uslar para encomiar la obra de Bolívar, sus expresiones son, sin embargo, contenidas, si se las compara con otros exégetas que han encumbrado el pensamiento bolivariano al punto de ponerlas fuera del campo visual del lector, como esos globos que al elevarse se pierden en las nubes.
Por suerte, el sentido común ha comenzado a campear en las praderas de la crítica bolivariana y los vientos se aligeran con la circulación de puntos de vista como el de Elías Pino Iturrieta, quien propone una lectura menos retórica –menos neurótica– de la historia, en general, y de Bolívar, en particular. Por mi parte, humildemente, auspiciaría el saqueo intensivo de los muchos tomos de don Simón, embadurnar sus páginas de mostaza y arrancarle pedazos para insertarlos en ciertos relatos y novelas, de manera de dotarlos del artificio de la literaturidad.
Por lo pronto, traigo aquí una cita de mi preferencia (con la que concluye una carta a Manuela Sáenz, fechada en Ibarra, el 6 de octubre de 1826): "...No puedo más con la mano. No sé escribir". Por algún motivo, moviliza en mí gran ternura y –la Academia me perdone– no poca sensualidad.

Una bibliografía póstuma
Aunque escribía sin parar –podría afirmarse con solvencia que Bolívar dividió su vida entre la refriega y la escritura– el Libertador no era considerado, a la hora de su muerte, un hombre de letras. Se sabía, claro está, que su temperamento y las muchas urgencias de su pasión habían encontrado cauce idóneo en la expresión escrita pero muy pocos estaban conscientes del enorme volumen de sus textos, inéditos en su mayoría a la fecha de su deceso, el 17 de diciembre de 1830.
De la abundancia de la producción intelectual de Bolívar ha dado fe Manuel Pérez Vila, autor de la recopilación publicada por Biblioteca Ayacucho con el título de Doctrina del Libertador: "Se ha calculado en no menos de diez mil el número de documentos emanados del Libertador, entre cartas, oficios, decretos, mensajes, manifiestos, proclamas, proyectos constitucionales, discursos, artículos periodísticos, etc., desde el primero que se conoce –de 14 de octubre de 1795– hasta la carta que le escribió al General Justo Briceño, el 11 de diciembre de 1830, seis días antes de morir. Que este cálculo no es exagerado lo demuestra el hecho de que la Comisión Editora de los Escritos del Libertador, de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, haya publicado hasta hoy once volúmenes con un total de 2.290 documentos, que llegan solo al 31 de octubre de 1817".
Tan copiosa elaboración es comentada por Domingo Miliani, quien subraya el carácter inédito de la mayor parte de su escritura, en vida del autor: "Como productor de signos su obra madura comienza desde 1812. Tiene tres vertientes: a) la escritura para ser leída (proclamas y alocuciones a los pueblos en proceso de liberación); b) la escritura para ser oída (oratoria), formada por discursos cuidadosamente escritos, como el de Angostura, o dictados sobre la marcha de sus campañas; c) la escritura para ser guardada en confidencia (epistolario) o transmitida a título público de comunicación con sus oficiales o personalidades de alta relevancia política".
–Solo la oratoria –continúa Miliani– que agrupa las dos primeras vertientes (proclamas y discursos) alcanzó difusión contemporánea con su autor. El propio Bolívar se preocupaba de que sus textos políticos fueran difundidos como instrumentos de combate al adversario y de persuasión a los pueblos por los cuales empeñaba su esfuerzo libertador. En cuanto a las cartas, es sabido que ya en sus últimos años pedía la incineración de sus documentos, para evitar que cayeran en manos de adversarios o detractores y fueran instrumentos para empañar su imagen ante la posteridad.

Sí: Padre de la Patria
Por Jesús Sanoja Hernández
La bibliografía sobre Bolívar es tan grande como su proyección histórica. No fue hombre para morir con su época, y donde se hurgue, en su acción infatigable como en sus ideas, expresadas en cartas, manifiestos y discursos, se encontrará riquísima cantera. No se olvide aquel artículo cabrujiano donde se deslizó el término "loquito" para calificarlo (como antes lo había hecho don Pepe Izquierdo) y la polémica que, por semanas, se desató. Ni los bolivarianos a ultranza, como el fidelísimo Villalba Villalba, ni los radicales revisionistas de nuestro proceso histórico y sus héroes, nadie en fin que no perteneciera a cierta logia en formación, presentía entonces que el 4F estremecería al país con un movimiento cuyas siglas envolvían su nombre en un golpe de Estado.
Bolívar ha desatado pasiones, casi siempre no tan auténticas o legítimas como las que él puso por la libertad de su patria, la creación de otras y la fusión de tres en la Gran Colombia como parte del ambicioso e irrealizable proyecto de unidad latinoamericana. "La patria es América", decía, y por esos mismos días Monroe bautizaba fatal doctrina donde el continente aparecería, como legado para el fin de siglo y comienzos del actual, con una América partida en dos: al norte la gran potencia que irrumpió en el Caribe y Centroamérica para segregar a Panamá de Colombia, imponer la enmienda Platt en Cuba, intervenir a gusto y disgusto en República Dominicana, Haití y Nicaragua, y posesionarse de Puerto Rico; y al sur del Río Bravo aquella que podía ser invadida o, más piadosamente, sometida a la política de Washington.
En los países grancolombianos la cantidad de obras sobre Bolívar es inmensa, sobre todo en Venezuela y Colombia. Entre nosotros, y en su momento, abundaron paecistas y piaristas enfrentados a los bolivarianos, y en Colombia a estos se les opusieron no pocos santanderistas, pero en general, luego de Felipe Larrazábal y Blanco Fombona, "el culto a Bolívar" ha sido la norma, cuestionada parcialmente por algunos historiadores de excelente formación académica.
Para tener idea de la repercusión de Bolívar en Europa bastaría consultar los tres gruesos volúmenes editados por la Presidencia de la República donde Alberto Fillipi ha recogido innumerables testimonios cuya lectura demostraría al más escéptico la proyección del pensamiento y acción del Libertador. Bolívar ha sobrevivido fácilmente a las críticas de Boussingault y Madariaga y hasta a la visión doctrinaria de Marx, al menos si le damos crédito al juicio de Jorge Abelardo Ramos en El marxismo de Indias. En la ex Unión Soviética la revista América Latina dedicó una edición especial a Bolívar y un muy conocido historiador, Lavretsky, que estudió obra y vida de Ernesto Guevara y Salvador Allende, en la parte final de su biografía Simón Bolívar citó, a propósito del artículo de Marx, aquella inobjetable advertencia del Libertador: "Para juzgar de las revoluciones y de sus actores, es menester observarlos muy de cerca y juzgarlos muy de lejos".
Bien hizo la Biblioteca Ayacucho al escoger como título primero de su colección a Doctrina del Libertador y cederle el prólogo a Augusto Mijares y la compilación, notas y cronología a Pérez Vila. Mijares, en su ejemplar libro El Libertador había incursionado en el misterio o enredo de "las supuestas cartas de Bolívar para Fanny Du Villars", terreno tocado antes por Marcos Falcón Briceño. Pudo aclararse entonces, no solo que la verdadera destinataria no era Fanny sino Teresa de Laisney, casada con Mariano de Tristán. Y de paso que la famosísima Flora Tristán no era hija de Bolívar.
Ni nieto Paul Gauguin, el de la pintura atrapada en Tahití. Bolívar no dejó hijos. Bastante tenía con haber sido Padre de la Patria.

*Publicado el 12 de julio de 1998.

martes, 12 de mayo de 2015

He aqui el ejemplo del maestro de maestros:Simón Rodríguez: Con una prosa castiza, no romántica, el maestro de Bolívar propone fundar la patria criolla, y para esto se inventa un discurso que señala vicios y activa las conciencias: su discurso imagina un solo destino para la América toda, soberano, de integración racial y de autonomía social. En sus escritos, Rodríguez prefiguró una línea civilizatoria que contiene todo lo que hoy no somos; y la vigencia de “Sociedades Americanas” reside, según Antonio López Ortega, en todo lo que tiene de visión truncada

Necesidad de maestros

Un buen maestro es la principal lotería que le puede tocar a un grupo de niños o jóvenes

ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN |  EL UNIVERSAL
martes 2 de junio de 2015  12:00 AM
Por la larga vida de alumnos que todos fuimos -y muchos siguen siendo- pasaron y siguen pasando una enorme cantidad de maestros, maestras y profesores. La mayoría de ellos se borraron de nuestras vidas sin dejar surco ni huellas. Sin duda alguna, esos docentes nos ayudaron a aprender algunas cosas, pero no marcaron nuestras vidas, no dejaron en nosotros una huella indeleble, no contribuyeron de un modo decisivo a nuestra formación. A otros los recordamos con dolor: egoístas, altaneros, irresponsables, flojos, corruptos... Su recuerdo reabre en nosotros viejas heridas: nos sentimos maltratados por ellos, les teníamos miedo, nos humillaron. Preferiríamos que no hubieran pasado por nuestras vidas: nos deseducaron.

Pero, sin duda alguna, también tuvimos la inmensa suerte de contar con algún maestro o maestra a quien recordamos con verdadero agradecimiento. Nos supimos queridos, aceptados, comprendidos; nos abrió la vida a nuevos e insospechados horizontes; nos ayudó a conocernos, a creer en nosotros, a atrevernos a remar hacia dentro con valor en el torrente de la vida. Sembró en nosotros con su palabra y con su vida, semillas de generosidad, de entusiasmo, ansias de vivir de otro modo. En breve, marcó nuestra existencia con una huella indeleble. De algún modo, aunque no hayamos vuelto a saber de él o de ella, sentimos que sigue viviendo y dando frutos en lo mejor de nosotros. Ellos sí fueron verdaderos maestros, educadores. Y no los recordamos tanto por los conocimientos que nos transmitieron, sino porque nos enseñaron a ser, nos motivaron a vivir con autenticidad, nos dieron el aliento y la ayuda para hacerlo.

Ser maestro, educador, es un privilegio y una gran responsabilidad; implica la convicción de vivir una vocación especial de formación de genuinas personas y ciudadanos responsables y solidarios; la alegría que es consecuencia de disfrutar de este privilegio, que Gabriela Mistral definió como la tarea de "crear el mundo del mañana". Tarea hermosa y apasionante, un desafío por el cual vale la pena gastar una vida.

Un buen maestro, un educador, es la principal lotería que le puede tocar a un grupo de niños o jóvenes en la vida. Él o ella pueden suponer la diferencia entre un pupitre vacío o un pupitre ocupado, entre una vida trivial o una vida con sentido, entre un delincuente o una persona entregada al servicio de los demás. Por ello, la educación no puede ser meramente un medio para ganarse la vida, sino que debe asumirse como un medio para dar vida, para defender la vida, para provocar las ganas de vivir con sentido y con proyecto.

Necesitamos maestros y maestras con vocación y tratados según la trascendencia de su misión: salarios dignos, condiciones de trabajo seguras y en ambientes propicios; una adecuada selección para acceder a los cargos; una distribución del horario que permita impartir clases pero también prepararlas, corregir evaluaciones, formarse y perfeccionarse permanentemente y también descansar. 

pesclarin@gmail.com

@pesclarin

www.antonioperezesclarin.com

La escritura unidimensional: Sociedades americanas de Simón Rodríguez

Busto de Simón Rodríguez | Foto Archivo El Nacional
Busto de Simón Rodríguez | Foto Archivo El Nacional
Con una prosa castiza, no romántica, el maestro de Bolívar propone fundar la patria criolla, y para esto se inventa un discurso que señala vicios y activa las conciencias: su discurso imagina un solo destino para la América toda, soberano, de integración racial y de autonomía social. En sus escritos, Rodríguez prefiguró una línea civilizatoria que contiene todo lo que hoy no somos; y la vigencia de “Sociedades Americanas” reside, según Antonio López Ortega, en todo lo que tiene de visión truncada

Es probable que el libro de Simón Rodríguez haya sido uno solo. Escrito y reescrito, compuesto y recompuesto (desde su propia concepción hasta su disposición gráfica), titulado y retitulado, en versión manuscrita o en otra versión lista para imprenta que pudo parar en las llamas de un incendio en Guayaquil hacia 1896, todo el empeño del gran maestro conduce a Sociedades americanas. Anunciado primeramente en un "pródromo" de 1828, publicado parcialmente en 1840 como Luces y virtudes sociales y finalmente dado a luz en 1842 (aunque siempre se sostiene que de manera incompleta) con el título que lo conocemos hoy, toda la correspondencia de Rodríguez –salpicada de penurias económicas y proyectos incompletos– no hace sino señalarlo como el libro que condensa todo su pensamiento (por no decir su vida). Rodríguez fue, en efecto, hombre de un solo libro. Libro variable –de más decir–, libro que fue configurando conforme iba cambiando su vida. La "incompletud" de su proyecto bibliográfico encierra en verdad la "incompletud" del proyecto republicano. Una imagen contradictoria de su legado –tal como él lo entrevió– hubiera sido sin duda "cerrar" la obra. La obra no podía cerrarse; quedaba más bien abierta en función de la incertidumbre de los destinos republicanos. "La América Española –repetía sin cesar– pedía dos revoluciones a un tiempo, la Pública y la Económica". Habiendo sido alcanzada la "pública" por Bolívar –recordaba–, restaba a los americanos hacer la segunda. Y en esta segunda fase pone todo su empeño creyendo a pie juntillas que sólo la educación popular forjará verdaderos ciudadanos.
Un work in progress
Se ha querido ver en la disposición gráfica de Sociedades americanas–páginas recorridas por diferentes tipos de imprentas, llaves y corchetes– una verdadera carrera de obstáculos que atenta contra la comprensión. Habrá que retomar mejor una idea de Dardo Cúneo al sostener que en Rodríguez "la disposición gráfica apela a la retención de la memoria". Su texto, en consecuencia, no es tanto para ser leído como para ser fotografiado, retenido, memorizado. Nunca como en este caso –único en el siglo XIX hispanoamericano– las ideas debían ser vistas, visualizadas. El fondo –diría hoy el maestro– pasa por la forma. Hay, sin duda, un ímpetu teatral en su discurso, una puesta en escena. Su texto es para ser leído preferiblemente en voz alta y la escritura misma es un dispositivo lleno de indicaciones –tal como las acotaciones que haría un dramaturgo. El lector sabrá dónde detenerse, dónde hacer énfasis, dónde alzar la voz y dónde bajarla, dónde concentrar sentido y dónde desconcentrarlo. Leemos hoy su universo de signos y podemos entrever al maestro frente a un pizarrón descifrándonos sus cuadros sinópticos. Escritura viva, podríamos decir, escritura que prefigura al emisor y que también nos lo resucita en cada párrafo. Rodríguez pervive a través de sus escritos fragmentarios rehaciendo su voluntad de sentido como si la escritura de su tiempo hubiera sido concebida para un lector del futuro. A decir verdad, la "incompletud" de su diseño inicial se completa después de siglo y medio ante los ojos del lector contemporáneo, lector que sí sabe de fisuras y desfases.


Es comprensible que la escritura de Rodríguez haya sido un verdaderowork in progress. Queriéndose espejo del momento ("la utopía –nos recuerda nuevamente Cúneo– se descompone en recetario"), su apariencia tenía que ser la de un discurso en formación. Nada hubiera sido más ajeno para su temple revolucionario que adoptar el canon retórico del momento. Su prosa, para hacerse inteligible, debía "explotar", quebrar un núcleo de sentido y abrirse hacia muchas direcciones. En este orden nuevo, su escritura aspira a reflejar una vanguardia que también se quiere para el momento histórico. No obstante, este aparente brotar de los sentidos -que en definitiva quiere desarticular la impronta colonial y sustituirla por la aventura republicana- esconde un sentido unívoco del destino americano. La llamada "revolución económica" de Rodríguez no buscaba otra cosa que señalarles a los americanos sus propios medios de producción. En una educación popular afianzada en las labores artesanales, donde las necesidades fueran más definidas por la propia cotidianidad y menos por preceptos librescos, y donde el énfasis fuera puesto en los "dueños del país" (esto es, indios, mestizos y cholos), radica la herramienta mayor de la renovación social. En este sentido, bajo el tamiz de la diáspora y de la concentración de sentido, la escritura de Rodríguez aspira a una sola dimensión significante: aquélla que pueda servir a la transformación de las conciencias. Escritura servil, si se quiere, escritura de la servidumbre por lo que tiene de recetario docente. Para fundar la patria criolla, Rodríguez se inventa un discurso que señala vicios y activa las conciencias. Es un discurso unidimensional en la medida en que imagina un solo destino para la América toda, un destino soberano de integración racial y de autonomía social. La civilización –parece decirnos el maestro– comienza por la escuela, por la formación de nuevos ciudadanos.
Utópico, "raro", Simón
Pocos son aún los esfuerzos que han intentado ubicar a Rodríguez en las corrientes del pensamiento hispanoamericano del siglo XIX. Es uno de nuestros mayores "raros" –a la usanza de Darío– y todo en él remite a la rareza: rareza de hábitos, rareza en su itinerario de vida, rareza de su propio discurso. Persiste en él la idea de borrarse, de no dejar rastro –como si su propia vida se justificara a través de los otros (Bolívar entre los primeros). Su vida ha podido reconstruirse a medias no tanto por los signos que él mismo dejó como por las referencias que dieron sus coetáneos (la mayoría de ellas infundadas). Esa constante de querer borrarse lo persigue hasta llevarlo a crear figuras de él mismo que ya anticipan la heteronimia contemporánea de la que han echado mano Pessoa y tantos otros: Simón Narciso en Caracas, Samuel Robinson en Baltimore, Simón Rodríguez en Bayona. Los nombres y los oficios van cambiando conforme cambian las ciudades y los entornos. Y si bien él siempre sostiene que los cambios permanentes de identidad tienen que ver con la necesidad de burlar una supuesta vigilancia española, pareciera que el designio de fondo es la variación ("nada es constante, en el mundo –nos recordaba–, sino la variación"). Variación de personas pero mantenimiento del propósito central que lo llevaba a sostener en su propio lecho de muerte, frente al cura que le tomaba confesión, que no tenía más religión que la que había jurado en el Monte Sacro con su discípulo.
La prosa castiza, que no romántica, de Sociedades americanas llega a nuestros tiempos con una tácita invitación a su desciframiento. La vigencia de este libro es enorme por lo que tiene visión truncada. Todo lo que no somos, todo lo que hemos dejado de ser, es el destino alterno que Rodríguez prefiguraba como senda de insatisfacción social. Pareciera que la opción tomada no es precisamente la de la integración racial, la de la educación de artes y oficios, la de la independencia de los medios de producción. Nuestra soberanía –diría hoy el maestro– es un ejercicio inmaduro que clama por un concepto más integral, más pleno, de nación. Hay que leer entonces su texto como el de un desterrado (que lo fue en vida, sin duda), como parte de un proyecto inconcluso, como un capítulo mayor del discurso de la derrota por el que también han deambulado tantos visionarios y poetas nuestros. La gran lección de Rodríguez es haber prefigurado una línea civilizatoria original para la gran nación hispanoamericana y calibrar la profundidad del abismo que nos puede estar separando hoy de lo que hemos podido ser. Es una lectura dolorosa pero necesaria que está implícita en todo el discurso de la época pero que en Rodríguez alcanza sus signos más extremos.
El sentido de lo público, que no de lo privado, parecía dominar el espíritu de los hombres del período post-independentista. Las vocaciones se hacían verdaderos actos de fe y el voluntariado social era la norma cotidiana. Pareciera que el interés por el semejante gobierna la escena pública y dicta todas las normas institucionales. Ese espíritu de época –una vez abolida la tensa calma del período colonial– forja los primeros signos de la nación y nos da un sentido colectivo después del "descentramiento" –(el término es de Uslar Pietri) que significó la guerra de Independencia. Rodríguez es quizás el representante que más extrema el discurso de renovación del período por creer que, históricamente, el momento era único, crucial. En un período de formación de nacionalidades, Sociedades americanas debe verse como uno de los espejos más altos de un recorrido posible. La fuerza de su concepción es utópica, sin duda, pero no por ello menos alcanzable a la luz de estos tiempos en los que ningún mesianismo sabrá suplantar un designio que sólo puede ser colectivo.

Un niño expósito
El régimen colonial venezolano preservaba las últimas supervivencias de la "limpieza de sangre" con que los Reyes Católicos pudieron expulsar a judíos y moros del suelo ibérico. Nacido en 1769 de Rosalía Rodríguez, quien se casó dos veces y enviudó, el niño Simón Narciso Jesús descubrió a temprana edad que su padre, Alejandro Carreño, era clérigo, músico y maestro de capilla de la Catedral de Caracas. El acta de bautismo del menor lo registra como "niño expósito". Todavía en 1790, en ocasión de realizarse un censo de pobladores en la parroquia de Altagracia, Simón figura como residente de la casa del clérigo Alejandro Carreño.
En qué momento el joven Simón –a diferencia de su hermano, Cayetano Carreño, reconocido músico colonial– se desprende de su apellido paterno y se reserva solo el materno, son indicios que se ignoran. Su vocación por la enseñanza es tempranera y a los veinte años ya lo vemos dirigiendo una de las tres escuelas de primeras letras que tenía Caracas. Apreciado y valorado por la comunidad caraqueña, Rodríguez sabía, no obstante, que una serie de interdictos rodeaban su condición de expósito. El más fuerte entre ellos: la imposibilidad de cursar estudios universitarios. El primer escrito que se le atribuye a Rodríguez –un informe presentado en 1794 sobre cómo mejorar la educación de primeras letras– es elevado a instancias de la Real Audiencia y, finalmente, desechado. Poco tiempo después, en 1797, abandona su país natal para nunca más volver.
La condición de expósito ha podido marcar toda la vida de Simón Rodríguez. Sentir en carne propia y desde temprana edad las limitaciones de clase, quizás explique desde los cambios de identidad hasta la más original de sus ideas. Si su origen fue consecuencia de una relación clandestina –la de una mujer viuda y su probable confesor–, su vida misma borra todos los registros de sus pasos. Si su desarrollo intelectual se vio truncado desde joven, su vocación libertaria pretendía abolir las diferencias y hacer entender que los "desclasados" eran los verdaderos ciudadanos de la República.
Lo más admirable de este caso es que la huella o el dolor de la circunstancia privada se hayan convertido en el más extremo esfuerzo de redención pública. Si, como individuo, yo soy un "borrón", solo en la esfera de lo público puedo recuperar la consideración y el amor de mis semejantes.

El doble viaje de don Simón
Por Jesús Sanoja Hernández
En uno de sus artículos ("Simón Rodríguez: El Desconocido", El Nacional 1/7/50) intentaba penetrar Uslar en la incógnita del educador peregrino, hijo expósito, amigo de sociedades secretas, socialista americano sui generis y, por si no bastara, maestro de Bolívar. Aquel desconocido se convirtió en una obsesión para Uslar.
Treinta años después Uslar, que hurgó por doquier, y puso a otros a hacerlo con igual pasión, decidió novelar la vida de aquel extraño buscador de mundos, de ideas y, en el fondo, de sí mismo. El afán heteronímico de don Simón, más que un desdoblamiento de personalidad o un ejercicio particular de la criptonimia, fue una búsqueda de su origen. Recogido y criado por el padre (cura) Carreño, acaso sospechó que siendo expósito pudo ser realmente hijo del Padre Carreño. En la niñez era o Simón Rodríguez (¿hijo de María Rodríguez?) o Simón Carreño: "Fue después cuando comprendió que su destino era el de Robinson, el del hombre solitario en la isla de naufragios".
Eso lo dice Uslar al comienzo de la Isla de Robinson, en su empeño de introducirlo a uno en el enigma existencial (origen y personalidad) de don Simón, nacido el 28 de octubre de 1769 como Simón Narciso de Jesús, algunos veces mentado Simón Narciso Rodríguez, otras Simón Carreño Rodríguez, otras Simón Rodríguez y, curiosamente, Samuel Robinson al salir de Venezuela, para retomar el Simón Rodríguez al regresar a América.
Emigró en el año de la conspiración de Gual y España, 1797, y el llegar a Jamaica adoptó el nombre de Samuel Robinson. Aquí comenzó la metáfora del viaje que sería su vida, así como su aprendizaje de lenguas extranjeras, en este caso la inglesa. La peregrinación doble y contínua, significó sucesivas mutaciones, según el país donde cayera, que fueron muchos, sin que nunca abandonara su signo y sino de educador.
A su discípulo dilecto, Simón Bolívar, lo encontró en París en 1804, y el joven, ante él y Fernando Toro, en agosto del siguiente año, juró liberar a la patria. No se volvieron a ver hasta 1824, en Cartagena de Indias, cuando ya Bolívar había cumplido su promesa y estaba en su apogeo como libertador y estadista. Juntos viajaron por Panamá, Ecuador, Perú y Bolivia. Aquí quedó por algún tiempo mientras Bolívar regresó a Perú. Ahora sí no se volverían a ver más.
Temprano le llegó la muerte a Bolívar, pero antes de llegarle el maestro persistió en su manía pedagógica y su singularísima trashumancia. La búsqueda interior que lo había llevado a trasvestirse como Robinson se correspondía con una búsqueda exterior, así como la incursión en sí mismo en excursión por dilatada geografía.
No se dio tregua en sus desplazamientos y en la elaboración del libroSociedades americanas, cuyo plan general publicó con el subtítulo dePródromo en 1828, Arequipa, y del cual hizo reedición en 1842. En su largo viaje hacia la muerte pasó un año después por Paíta, donde encontró a Manuelita Sáenz: en ella todo era nostalgia y proximidad del fin.
Seductor volumen Sociedades americanas, tanto por su abundancia de conceptos y proposiciones como por su disposición gráfica (parentética, sinóptica, con ordenación múltiple de la frase y alternación de minúsculas y mayúsculas). A tal recurso de impacto visual y novedad tipográfica lo llamó El Mercurio Peruano, 1829, “pintar a los ojos, el pensamiento”.
¿Qué solicitaba él? Solicitaba "IDEAS!... IDEAS! primero que LETRAS". En tiempos de gestación de una sociedad distinta a la europea, muy propia de la América orijinal, tal proyecto era posible. No se trataba de la Utopía del Moro. Era aquella, aunque utópica, necesarísima petición en tiempo de gestación americana.

*Publicado el 19 de julio de 1998.

domingo, 8 de marzo de 2015

Lucy Magallanes de Ortega, Primera Presidenta de la Unión Venezolana de Mujeres 1959-60



“Si nos preguntamos si necesitamos en Venezuela una unión de mujeres, si nos preguntamos si hace falta un movimiento de mujeres unitario; a esto le respondemos que si, es importante contar con la organización para consolidar un Estado que le de más oportunidades a las mujeres en Venezuela, por que todavía queda cinco por ciento de mujeres en el país en pobreza extrema, y si, por que tenemos por delante la creación de un Estado socialista que apenas empieza a emerger desde nuestro pueblo”.En este momento cabe recordar a muchas heroínas y héroes anónimos de la sociedad venezolana, luchadores por un país más libre, más humano, más justo y feliz, se les ha intentado convertir en una especie de fábula lejana, casi inalcanzable y con el pasar del tiempo, de contornos imprecisos. De esta manera despistan, distraen, viran la atención social para mantener despejado el camino hacia el enriquecimiento “grupuscular”. Pero, una vez más, este espacio se transforma en un poderoso instrumento de evocación y transmisión de todo lo que el sistema del capital se ha empeñado en diluir durante décadas por miedo a extraviar lo que tanto anhela, por temor a perder el control de los pensamientos, las acciones y los sentimientos de la gran mayoría de los seres humanos. Este espacio es la voz que no se calla, la memoria del pueblo, la oportunidad para no olvidar que es preciso retomar ciertas luchas, reavivar reflexiones, afilar pensamientos y sacudir el polvo de indiferencias y resignaciones que, tal vez, hayan cubierto nuestros códigos de ética y nuestros valores, cualquiera sea su razón.


En esta ocasión, traemos a estas páginas la vida de una mujer que, por más empeño que hayan puesto en desvanecer sus pensamientos, sus bregas, su realidad -que es la realidad de todas las mujeres-, ha sido de las pocas personas que no traicionó (a pesar de las presiones, los cambios y el tiempo) su integridad, sus ideas, sus creencias y su condición. Por eso esta mujer es leyenda, una leyenda inmediata, cerquita a todas y a todos. Porque es seguro que muchas y muchos tenemos un pedacito de ella por dentro. Entre ellas está la poetisa
Lucy Magallanes de Ortega quien en los maravillosos años 1959-60, llenos de unidad y trabajo comunitario de todos los venezolanos sin distinción de credos, raza, ideología, que juntos luchaban por una nueva Venezuela después de la dictadura perezjimenista, fue la primera Presidenta de la Unión Venezolana de Mujeres junto a Eloísa y Priscilla López, de los partidos URD y PCV, con amplio trabajo hasta en los barrios más humildes de Valencia.

Por tanto no hay nada nuevo bajo el Sol radiante de nuestro país.

Luchadora social, maestra y activista política  fue la venezolana Lucy Magallanes de Ortega y, a través de ella, de su entrega, retomemos, hoy 8 de Marzo del 2015, Día de la Mujer esos principios adormecidos, no para, necesariamente, seguirle los pasos exactos a esta increíble mujer, sino simplemente, para expresar -de cualquier modo- lo que significa dentro de cada uno de los venezolanos creer en otro mundo posible.

Valga asimismo estas breves líneas para reivindicar la inconmensurable labor de Lucy totalmente olvidada, pero también de todas aquellas mujeres que luchan y que lucharon por frenar las injusticias, los maltratos y la denigración; por el derecho de la mujer, los niños, los ancianos y los indígenas a recibir un trato digno; por el derecho a la educación; por la no-discriminación sexual y la igualdad de oportunidades dentro de todos los sistemas superestructurales; por la erradicación de los estereotipos y del lenguaje sexista, entre muchas otros propósitos.

jueves, 19 de febrero de 2015

Premios en la V Bienal de Literatura "Lucy Magallanes de Ortega" organizada y financiada por la Fundación "Roque Muñoz"(Parte IV)


La V Bienal de Literatura "Lucy Magallanes de Ortega" organizada y financiada por la Fundación "Roque Muñoz" celebró el acto de  premiación en la Casa "Paéz", el 23 de febrero del 2005.

1er Premio: A Yeliisy Petrilli Rojas de la U.E. "Colegio Santa Rosa" por su cuento: "Valencia en sus 450 años".

2º Premio: A Andrés Guerra de la U.E. "Colegio Santa Rosa" por su cuento: "Valencia y sus 450
años.

3º Premio: A Gabriel José Gómez González de la U. E "Colegio Santa Rosa" por su cuento
"Tertulia con las piedras y paredes de mi Valencia".

MENCIONES HONORÍFICAS

1.- A Vanesa Soto de la U.E, "Lisandro Ramírez" por su cuento "Valencia y sus 450 años"

2.- A Leonardo Ruiz Caraballo de la U.E. "Adolfo Blonval López" por su cuento "Valencia:
450 años de Protagonismo Histórico".

3.- A Anyely Palencia de la U.E. "Jesús Granado Cáceres" por su cuento "Yo conocí a Valencia
en vacaciones"



POST DATA:  TODA LA INFORMACIÓN SUMINISTRADA POR ESTE BLOG, SOBRE
LAS BIENALES DE LITERAURA "LUCY MAGALLANES DE ORTEGA" PATROCINADA
POR LA FUNDACIÓN "ROQUE MUÑOZ" HA SIDO SUMINISTRADA MUY GENTILMENTE
POR LA PROF. VITALIA MUÑOZ DE CHACÍN, EN ESPERA DE LA CREACION DEL
WEB SITE DE DICHA FUNDACIÓN, PRESIDIDA POR MARIA ELENA HERNÁNDEZ MUÑOZ.