lunes, 13 de mayo de 2013
Ese grupo de maestras formadas en los inicios de la democracia venezolana, y en especial en Valencia, donde la profesora Luz Viera Méndez produjo una verdadera revolución en la educación regional, pues como parte de la cohorte de excelsos maestros que Don Rómulo Gallegos trajo al país, la maestra Luz vivió en Valencia, en un apartamento muy modesto frente al Mercado Principal de entonces, en pleno centro de esta ciudad. (1)
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Datos básicos
Luz Vieira Méndez nació en Paraná, provincia de Entre Ríos, el 16 de
agosto de 1911 y falleció el 16 de febrero de 1971 en Santiago de Chile. Fué
una reconocida pedagoga argentina que, probablemente, tuvo el privilegio
de ser la primera argentina con influencia regional a través de sus trabajos
en la UNESCO. Su formación normalista de excelencia le sirvió de base
para profundizar sus ideas filosófico-pedagógicas y para desarrollar
experiencias innovadoras en la educación inicial y, especialmente, en la
formación docente. Luego, en toda la Latinoamérica gravitó durante las
décadas de los 50 y 60 en la promoción de las nuevas políticas educativas
vinculadas a la democracia, al planeamiento y al desarrollismo.
Biografía sintética
Luz Vieira Méndez nació en Paraná, provincia de Entre Ríos, el 16 de
agosto de 1911. Su madre fue Anselma Méndez, de familia de educadores y
ella misma maestra de primario y de jardín de infantes graduada en la
Escuela Normal de Paraná, y su padre fue Joaquín Da Cunha Vieira. Luz
Vieira fue la mayor de cinco hermanos. Joaquín Vieira, de origen
portugués, resuelve, antes de que Luz Vieira concluyera sus estudios
secundarios en la Escuela Normal de Paraná, regresar a su tierra natal y se instalan en 1928 en Oporto. Sin embargo, a Luz Vieira todo le resulta
extraño aunque a la vez bello, como lo testimonian algunos sus escritos
enviados al periódico Juventud del Centro Normalista de su ciudad natal, y
sus deseos de volver a Paraná se intensifican. La visita de una tía en 1930 es
una oportunidad que, luego de obtener costosamente la aprobación de sus
padres, no desaprovecha.
Se instala nuevamente en Paraná y concluye con excelentes calificaciones
en 1931 sus estudios obteniendo el título de Maestra Normal dentro de un
ambiente progresista que destacaba el pacifismo y el protagonismo juvenil
mediante el autogobierno. Comienza a trabajar como maestra en escuelas
primarias de Paraná e inicia sus estudios superiores en el Instituto
Nacional del Profesorado Secundario creado recientemente sobre la misma
Escuela Normal de Paraná. Mantiene el brillante promedio de 10 (nota
máxima en la Argentina) durante toda la carrera, lo que le permite
disfrutar de una pequeña beca con la que colabora con su familia -que
había regresado en 1931 a Paraná y que se encontraba en una situación
económica inferior-. En 1934, se gradúa como Profesora de Enseñanza
Secundaria, Normal y Especial en Pedagogía y Filosofía luego de aprobar
en forma sobresaliente la tesis de grado que se requería titulada Benedetto
Croce: la realidad filosófica de su Estética. El clima intelectual del
Profesorado resultaba ya en esa época claramente antipositivista y crítico
del liberalismo y cientificismo de la Generación del 80. En ese contexto, en
1932, fundó junto con otros compañeros varones –siendo la única mujer- el
Núcleo Juvenil Ariel, inspirado en la obra de José Enrique Rodó del mismo
nombre, que destacaba la espiritualidad y la inteligencia de la cultura
latinoamericana frente al utilitarismo norteamericano. Dirigida a los
jóvenes, la obra de Rodó tuvo gran predicamento en toda la región. Cuando
Luz Vieira se gradúa con su título superior docente ya se desempeñaba
como maestra encargada del Laboratorio de Material Didáctico en el
Consejo de Educación de la provincia de Entre Ríos.
Con 23 años, siente la necesidad de profundizar su formación filosófica
siempre en relación con la pedagogía. La corriente idealista alemana
enfrentaba en muchos ámbitos culturales de Occidente la influencia
positivista de fin del siglo XIX. En el Instituto del Profesorado, Luz Vieira
fue alumna de la Dra. Celia Ortiz Arigós de Montoya, de quien se convirtió
en su discípula. Ortiz de Montoya propugnaba una dirección espiritualista
de la educación aunque paralelamente –o paradójicamente- enhebrada con
una metodología científico-experimental de la enseñanza. Luz Vieira
obtiene la adscripción en una de las cátedras de Ortitiz de Montoya en el
Instituto del Profesorado en Paraná entre 1936 y 1939. Fruto de esta
experiencia académica realizará un trabajo de investigación requerido que
se publicará bajo el título de Wilhelm Dilthey y la educación como
problema filosófico. Dilthey tuvo una influencia fundamental en la obra y
accionar de Luz Vieira, quien lo estudia en profundidad y hasta llega a
aprender alemán para traducir una obra suya titulada Sobre la posibilidad
de una Ciencia Pedagógica de validez general. En 1940, Vieira publica un
nuevo ensayo Fundamentos psíquico-espirituales de una pedagogía, en
donde analiza la crítica de Dilthey al positivismo y su propuesta filosóficoeducativa. Con este bagaje de estudios participa de diversas jornadas y
congresos de esos años para proponer la reforma de la escuela normal y de
la formación docente. Analizará diversos proyectos y el testimonio de ello
quedará impreso en Una contribución provincial a la reforma de los
estudios del Magisterio editada recién en 1949.
En 1936, Luz Vieira acepta la dirección del jardín de infantes que la
Sociedad Amigos de la Educación había creado ese año y que funcionaba en
la Escuela Superior Provincial Nº1 llamada “del Centenario”. Era el único
jardín de infantes de una escuela provincial existente en la ciudad. Fruto de
estos años de rica experiencia, Vieira publicará en 1939 en Paraná sus
Notas a una educación de la segunda infancia. Allí realiza una defensa de
este tipo de escuelas criticando el nombre de jardines de infantes impuesto
por Froebel porque conspira precisamente contra su propia valoración.
También allí enfrenta el mecanicismo de las didácticas froebeliana y
montessoriana abogando por una pedagogía más cercana al arte y a la
creatividad. Esto implica la crítica de la corriente pedagógica principal que
desde Sara Chamberlain de Eccleston se había impuesto en Paraná. El
jardín atrajo la atención de la comunidad local, de los artistas y de
personalidades de otras ciudades. En este contexto, en 1940 se crea un
teatro de títeres, dirigido por Vieira y manejado por los niños, denominado
“Perico” que representó diversas obras y fue muy valorado.
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