Aqui estoy tranquila La danza de las horas llega La danza de la espera sigue. Yo soy la vida.

domingo, 19 de enero de 2014

A los niños todavía se les mata, se les hiere, se les golpea, se les viola, se les prostituye. La lista de prácticas de engaño a las que se les somete ocuparía las páginas de varios volúmenes. A menudo ni siquiera en sus hogares están a salvo de las más diversas formas de abuso: no se les escucha, se les grita, se les imponen metas que están más allá de sus capacidades, no se les reconoce como personas, menos aún se garantizan sus derechos, que son casi letra vacua en la mayoría de los países

Niños: víctimas, huérfanos

La humanidad está todavía lejos de resolver la cuestión de la infancia. Las injusticias del mundo siguen actuando sobre las poblaciones con menos capacidad para defenderse. Las sociedades no han logrado ni siquiera convertir a los niños en la primera de sus prioridades. Con la excepción de unos pocos países del norte de Europa, donde la inmensa mayoría de los niños nacen y crecen en ambientes cuyos factores básicos para su potencial desarrollo están relativamente estructurados, en el planeta entero los niños continúan siendo las víctimas, a menudo impotentes y frágiles, de los horrores de nuestro tiempo.
A los niños todavía se les mata, se les hiere, se les golpea, se les viola, se les prostituye. La lista de prácticas de engaño a las que se les somete ocuparía las páginas de varios volúmenes. A menudo ni siquiera en sus hogares están a salvo de las más diversas formas de abuso: no se les escucha, se les grita, se les imponen metas que están más allá de sus capacidades, no se les reconoce como personas, menos aún se garantizan sus derechos, que son casi letra vacua en la mayoría de los países.
Toda una corriente cultural que ha logrado mantenerse a través de los siglos y los milenios, continúa pensando que los niños son materia dispuesta para cualquier cosa, incluso para incorporarlos al terrorismo, el sicariato, las formas diversas y mutantes de la delincuencia. Todavía, y el régimen que gobierna en Venezuela es un temible ejemplo de esto, hay quienes consideran que los niños son depósitos abiertos a programas ideológicos. En otras palabras: que debe aprovecharse la indefensión y el deseo de aprender que son propios de la infancia, para ‘ocupar’ sus pensamientos con una versión torcida de la Historia; para convertir las aulas en recintos de culto a Chávez; para que las escuelas dejen de ser centros de propagación de conocimiento y adquieran el perfil de fábricas de fanatismo y resentimiento social. El objetivo que el régimen se ha propuesto es que el sistema educativo sea un contribuyente más a la perpetuación en el poder de Maduro y sus aliados.
Huérfanos de padre, huérfanos de madre, huérfanos de padre y madre: ¿tiene el Instituto Nacional de Estadísticas estas cifras? ¿Acaso el Ministerio de Información? ¿El Plan Patria Segura? ¿Existe en el gobierno alguna entidad a salvo del imperativo de maquillar la realidad, que pueda informar al país del número de huérfanos menores de edad que se han producido, por ejemplo, en la última década?
Hay una instrumentalización del niño en el poder venezolano. Un uso recurrente para fines discursivos y de propaganda. Mientras el gobierno insiste en hablar de la felicidad de los venezolanos, en el país crece el número de huérfanos, crece el número de niños baleados o asesinados, crece el número de menores que no encuentran respuesta en el sistema público de salud, agrietado por la ineficiencia, la corrupción y la perversión politiquera. En síntesis: los hechos, más allá de la retórica, son inequívocos: los niños no son una prioridad de la revolución bolivariana, como no sea para cumplir con el objetivo de adoctrinarlos y hacer de ellos un club de adoradores de Chávez y Fidel Castro.

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