Aqui estoy tranquila La danza de las horas llega La danza de la espera sigue. Yo soy la vida.

viernes, 14 de noviembre de 2014

La misma madre que cantaba una y otra vez (como para que no se le olvidara al pequeño infante): "arepita de manteca pa' mamá que da la teta", ahora puede ser maltratada y vejada públicamente por la misma persona por la que ella parió una y otra vez.

"Arepita de manteca"

Mi mamá me amamantó cuando más lo necesité. Lo mismo que ha hecho este país

ARGENIS ALEXANDER ANGULO |  EL UNIVERSAL
viernes 14 de noviembre de 2014  12:00 AM
Cada familia es un mundo", solemos decir al reconocer que hay lógicas relacionales que aplican para unas y para otras no. Y si los conflictos son parte natural de la dinámica humana, es de esperarse que en la convivencia diaria surjan diferencias. 

Sin embargo, aún sabiendo esa realidad, asombra la frecuencia con la que conocemos casos de madres e hijos "divorciados" entre sí; aunque suelan "lavar los trapos sucios en casa".

Lamentablemente no siempre es así... La misma madre que cantaba una y otra vez (como para que no se le olvidara al pequeño infante): "arepita de manteca pa' mamá que da la teta", ahora puede ser maltratada y vejada públicamente por la misma persona por la que ella parió una y otra vez.

Es como si en ese entonces hubiésemos subestimado aquella canción, y hubiésemos asumido que jamás llegaría el momento de retorno, de gratificación o de retribución en el que mamá necesitaría y esperaría su "arepita de manteca".

Allí hay un quiebre. Algo falta en esa canción tan repetida, que los venezolanos no terminamos de entender como sociedad que luego de tanta "teta" que nos ha dado el país, llegó el momento en el que, mínimo, debemos brindar la "arepita".

Al contrario, increíblemente, hay quienes no reconocen el desgaste natural de una mamá que, demasiado mamá, está acostumbrada a dar pecho incluso después del tiempo profesionalmente recomendado.

Y peor aún, hay quienes esperan y exigen que la misma "teta", cual Zumaque (pozo petrolero que lleva cien años produciendo crudo), siga generando veinte, treinta, cuarenta, y cincuenta años después, el alimento que les mantenga. Al menos a mi generación le llegó esa hora... La hora de la "arepita de manteca".

En adelante, ojalá que cada venezolano y ciudadano del mundo antes de hablar del país, pueda recordar el rostro de su mismísima madre cantándole en el acto de amamantar. Ya lo sé, no solemos tener recuerdos de aquellos años, pero eso no nos exime del deber moral de reconocerlo y honrarlo con los actos.

No importa cuántas veces se equivocó mi mamá en el camino, ni las dificultades por las que tuvimos que pasar... Esa mujer me amamantó cuando más lo necesité. Lo mismo que ha hecho este país.

argenisangulo@gmail.com / @argenisangulo

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