La palabra en predios de una antología. La literatura infantil venezolana
José Gregorio González Márquez
La palabra, en su segmentación oral o escrita, retrata el alma del ser humano. Cuando se escribe, invade los predios de la existencia para vincular los mundos de la imaginación y la fantasía con la realidad circundante. En la palabra habitan sueños, deseos, pasiones, alegrías, tristezas, denuncias, incertidumbres y tantas emociones que en el escenario de la vida frecuentan el pensamiento humano. La escritura es un acto personal; es individual y solitario pues el escritor se sumerge en el universo de la palabra para atar o desatar el sentido de frases y oraciones que a la larga compondrán un poema, novela, cuento o ensayo cuyo referente sobrevivirá a la mirada del lector ávido de aventuras.
La literatura infantil – denominación que aun se discute – precisa de la constancia de sus escritores y de la calidad de lo que se escribe. Cuando se crea para niños y jóvenes es imperante considerar ciertos elementos que abarquen sus intereses y los atrapen en una espiral de aventuras, de conmociones para su deleite personal. Se vive el texto, se interioriza su contenido cuando la imaginación cabalga por los senderos del mundo lúdico. Jugar con las palabras, hacerlas intermitentes, referirlas al espacio mágico de lo ignoto despiertan en el niño la curiosidad y la búsqueda de nuevos mundos sensoriales. Invención e imaginación en la literatura infantil son ejes fundamentales en el desarrollo de la personalidad del niño. Víctor Montoya afirma que: “La actividad lúdica de los niños, como la fantasía y la invención, es una de las fuentes esenciales que le permite reafirmar su identidad tanto de manera colectiva como individual. La otra fuente esencial es el descubrimiento de la literatura infantil, cuyos cuentos populares, relatos de aventuras, rondas y poesías, le ayudan a recrear y potenciar su fantasía.”
La literatura para niños debe estar cargada de significados para que su interiorización sea inmediata. Y no se trata de hacerla con ánimo exclusivamente pedagógico sino buscar la posibilidad infinita que el niño se divierta y goce cada palabra que salga de la pluma del escritor.
La literatura infantil – denominación que aun se discute – precisa de la constancia de sus escritores y de la calidad de lo que se escribe. Cuando se crea para niños y jóvenes es imperante considerar ciertos elementos que abarquen sus intereses y los atrapen en una espiral de aventuras, de conmociones para su deleite personal. Se vive el texto, se interioriza su contenido cuando la imaginación cabalga por los senderos del mundo lúdico. Jugar con las palabras, hacerlas intermitentes, referirlas al espacio mágico de lo ignoto despiertan en el niño la curiosidad y la búsqueda de nuevos mundos sensoriales. Invención e imaginación en la literatura infantil son ejes fundamentales en el desarrollo de la personalidad del niño. Víctor Montoya afirma que: “La actividad lúdica de los niños, como la fantasía y la invención, es una de las fuentes esenciales que le permite reafirmar su identidad tanto de manera colectiva como individual. La otra fuente esencial es el descubrimiento de la literatura infantil, cuyos cuentos populares, relatos de aventuras, rondas y poesías, le ayudan a recrear y potenciar su fantasía.”
La literatura para niños debe estar cargada de significados para que su interiorización sea inmediata. Y no se trata de hacerla con ánimo exclusivamente pedagógico sino buscar la posibilidad infinita que el niño se divierta y goce cada palabra que salga de la pluma del escritor.
En Venezuela la literatura infantil ha sido prolífica. El cuento y en menor cantidad la poesía, están presentes en los libros dedicados a la lectura de los niños. José Javier Sánchez poeta, investigador y especialista nos entrega la Antología de literatura infantil venezolana publicado por la Editorial La Estrella Roja y con las ilustraciones de Pablo Riesco.
En esta muestra de cuentos y poemas, Sánchez reúne las voces de innumerables escritores venezolanos que dedicaron y dedican su escritura al público infantil. Los criterios manejados para la edición son variados, no excluyentes ni sectarios. Respetando las diferencias de tiempo y espacio, el antólogo revisa la literatura infantil desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Apunta José Javier Sánchez en el prólogo que la edición “… tiene varios criterios que pueden conceptualizarla como una obra dirigida a enriquecer el lenguaje, el intelecto, el saber y sobre todo la experiencia significativa del lector”.
Aunque el compilador asume que la antología recoge cuentos escritos en diversas formas, la presencia de textos con su lenguaje poético recrean la metáfora en sus incalculables dimensiones. Es significante que Sánchez reúna cuentos y poemas con características narrativas para darle cohesión e hilvane con finos hilos un sendero de referencia para la literatura infantil venezolana. En sus palabras: “es una antología de cuentos escritos de diversas maneras: prosa narrativa, prosa poética, romance, cuarteta, copla, décima, espinela, formas poéticas expresivas que narran historias…”
Otro elemento referencial presente en la antología, es la riqueza de personajes que asumen el protagonismo de los textos. De animales humanizados hasta niños comunes actúan de la mano de los escritores en escenarios disímiles viviendo aventuras extrañas o situaciones cotidianas. Se denota en los textos la variedad de ambientes en lo que se desarrollan diversidad de acciones. Ambientes dibujados en la geografía de Venezuela y que trascienden el tiempo y la historia para recrear un sinfín de modos de vida. Las costumbres, la picaresca, la tradición y el sentir de los pueblos se expresa en las líneas de este libro. La palabra con su rol protagónico llena de ensueño a los niños, niñas y jóvenes con una lluvia de cuentos y poemas que amanecen entre los pliegues de la imaginación y la fantasía.
Para Enrique Pérez Díaz, narrador, poeta e investigador cubano, las tendencias de la literatura infantil venezolana se mueven en: “… el constante rescate de los mitos y tradiciones ancestrales, la recurrencia al relato animista y antropomorfista de índole moralizante, el cuento de carácter maravilloso, el cuento realista- mágico… la incidencia en los temas del realismo crítico que hurga en los problemas sociales… y los cuentos más contemporáneos que exploran en el humor, situaciones actuales y sobre todo buscan acercarse a la infancia partiendo desde sus puntos de vista y la cotidianidad misma”. La descripción anterior de nuestra literatura infantil se ajusta al trabajo realizado por José Javier Sánchez en su antología. Así, Sánchez toma trabajos representativos de autores que se destacan como creadores y apasionados cultivadores de la narrativa y lírica para niños, niñas y adolescentes.
El panorama de la literatura infantil venezolana es variopinto. Como lo afirma Efraín Subero notable escritor y estudioso del tema y que coincide con José Javier Sánchez, la LIJ en sus comienzos está unida a los comienzos de los libros de texto. Por supuesto, al hacer tal afirmación no deja de lado la tradición oral pues ésta se fortalece y continúa su periplo al apropiarse de las páginas de los libros. Muchos escritores recrean mitos y leyendas de los pueblos originarios, rememoran los saberes ancestrales, asumen la defensa del pasado y contribuyen a la sobrevivencia de la oralidad al transcribir o versionar cuentos y poemas.
En apariencia, la literatura infantil venezolana pasaba desapercibida. Por años estuvo relegada a libros escolares o libros con tirajes de impresión mínimos. El poco interés demostrado incluso por quienes estaban a cargo del quehacer cultural, atentó en contra del trabajo de escritores que con abnegación escribían para niños y niñas. Muchas de esas voces se apagaron sin el reconocimiento oportuno al legado que nos dejaron. Sin embargo, gracias a la preocupación de investigadores como José Javier Sánchez, Isabel de los Ríos, María Elena Maggi, Laura antillano, Josefina Urdaneta, Alicia Montero, David Figueroa Figueroa entre otros, se rescatan en el tiempo cuentos y poemas que pertenecen al acervo literario para niños venezolanos.
El trabajo literario de José Rafael Pocaterra, Oscar Guaramato, Aquiles Nazoa, Efraín Subero, Josefina Urdaneta, Elizabeth Shôn, Julio Garmendia, Tulio Febres Cordero, Orlando Araujo, Morita Carrillo, Carlos Ildemar Pérez, Salvador Garmendia, Lucila Palacios, Armando José Sequera, Laura Antillano, Alvaro Trujillo, Lenis Pérez, María del Pilar Quintero, Gabriel Jiménez Emán, Luiz Carlos Neves, Gino González, Mireya Tabuas y muchos otros conforman esta hermosa Antología.
Recopilar tantos textos, hacer su análisis para la selección y escoger los que se quieren publicar, no resulta sencillo. Como en toda antología se corre el riesgo de la crítica pues muchos autores pueden quedar fuera sin intencionalidad alguna del autor por obviarlos o ignorarlos. Sin embargo, en este trabajo la muestra de autores y épocas históricas es representativa, en él confluyen hombres y mujeres que se han dedicado a fortalecer los lazos de la lectura y escritura con los más pequeños. Se puede estimar como lo dice José Javier Sánchez: este es un libro para leer en el tiempo, para leer en las aulas de clase, para el disfrute de niños y adultos, para leerlo bajo un árbol o al pie de la cama.
En esta muestra de cuentos y poemas, Sánchez reúne las voces de innumerables escritores venezolanos que dedicaron y dedican su escritura al público infantil. Los criterios manejados para la edición son variados, no excluyentes ni sectarios. Respetando las diferencias de tiempo y espacio, el antólogo revisa la literatura infantil desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Apunta José Javier Sánchez en el prólogo que la edición “… tiene varios criterios que pueden conceptualizarla como una obra dirigida a enriquecer el lenguaje, el intelecto, el saber y sobre todo la experiencia significativa del lector”.
Aunque el compilador asume que la antología recoge cuentos escritos en diversas formas, la presencia de textos con su lenguaje poético recrean la metáfora en sus incalculables dimensiones. Es significante que Sánchez reúna cuentos y poemas con características narrativas para darle cohesión e hilvane con finos hilos un sendero de referencia para la literatura infantil venezolana. En sus palabras: “es una antología de cuentos escritos de diversas maneras: prosa narrativa, prosa poética, romance, cuarteta, copla, décima, espinela, formas poéticas expresivas que narran historias…”
Otro elemento referencial presente en la antología, es la riqueza de personajes que asumen el protagonismo de los textos. De animales humanizados hasta niños comunes actúan de la mano de los escritores en escenarios disímiles viviendo aventuras extrañas o situaciones cotidianas. Se denota en los textos la variedad de ambientes en lo que se desarrollan diversidad de acciones. Ambientes dibujados en la geografía de Venezuela y que trascienden el tiempo y la historia para recrear un sinfín de modos de vida. Las costumbres, la picaresca, la tradición y el sentir de los pueblos se expresa en las líneas de este libro. La palabra con su rol protagónico llena de ensueño a los niños, niñas y jóvenes con una lluvia de cuentos y poemas que amanecen entre los pliegues de la imaginación y la fantasía.
Para Enrique Pérez Díaz, narrador, poeta e investigador cubano, las tendencias de la literatura infantil venezolana se mueven en: “… el constante rescate de los mitos y tradiciones ancestrales, la recurrencia al relato animista y antropomorfista de índole moralizante, el cuento de carácter maravilloso, el cuento realista- mágico… la incidencia en los temas del realismo crítico que hurga en los problemas sociales… y los cuentos más contemporáneos que exploran en el humor, situaciones actuales y sobre todo buscan acercarse a la infancia partiendo desde sus puntos de vista y la cotidianidad misma”. La descripción anterior de nuestra literatura infantil se ajusta al trabajo realizado por José Javier Sánchez en su antología. Así, Sánchez toma trabajos representativos de autores que se destacan como creadores y apasionados cultivadores de la narrativa y lírica para niños, niñas y adolescentes.
El panorama de la literatura infantil venezolana es variopinto. Como lo afirma Efraín Subero notable escritor y estudioso del tema y que coincide con José Javier Sánchez, la LIJ en sus comienzos está unida a los comienzos de los libros de texto. Por supuesto, al hacer tal afirmación no deja de lado la tradición oral pues ésta se fortalece y continúa su periplo al apropiarse de las páginas de los libros. Muchos escritores recrean mitos y leyendas de los pueblos originarios, rememoran los saberes ancestrales, asumen la defensa del pasado y contribuyen a la sobrevivencia de la oralidad al transcribir o versionar cuentos y poemas.
En apariencia, la literatura infantil venezolana pasaba desapercibida. Por años estuvo relegada a libros escolares o libros con tirajes de impresión mínimos. El poco interés demostrado incluso por quienes estaban a cargo del quehacer cultural, atentó en contra del trabajo de escritores que con abnegación escribían para niños y niñas. Muchas de esas voces se apagaron sin el reconocimiento oportuno al legado que nos dejaron. Sin embargo, gracias a la preocupación de investigadores como José Javier Sánchez, Isabel de los Ríos, María Elena Maggi, Laura antillano, Josefina Urdaneta, Alicia Montero, David Figueroa Figueroa entre otros, se rescatan en el tiempo cuentos y poemas que pertenecen al acervo literario para niños venezolanos.
El trabajo literario de José Rafael Pocaterra, Oscar Guaramato, Aquiles Nazoa, Efraín Subero, Josefina Urdaneta, Elizabeth Shôn, Julio Garmendia, Tulio Febres Cordero, Orlando Araujo, Morita Carrillo, Carlos Ildemar Pérez, Salvador Garmendia, Lucila Palacios, Armando José Sequera, Laura Antillano, Alvaro Trujillo, Lenis Pérez, María del Pilar Quintero, Gabriel Jiménez Emán, Luiz Carlos Neves, Gino González, Mireya Tabuas y muchos otros conforman esta hermosa Antología.
Recopilar tantos textos, hacer su análisis para la selección y escoger los que se quieren publicar, no resulta sencillo. Como en toda antología se corre el riesgo de la crítica pues muchos autores pueden quedar fuera sin intencionalidad alguna del autor por obviarlos o ignorarlos. Sin embargo, en este trabajo la muestra de autores y épocas históricas es representativa, en él confluyen hombres y mujeres que se han dedicado a fortalecer los lazos de la lectura y escritura con los más pequeños. Se puede estimar como lo dice José Javier Sánchez: este es un libro para leer en el tiempo, para leer en las aulas de clase, para el disfrute de niños y adultos, para leerlo bajo un árbol o al pie de la cama.
Referencias Bibliográficas
Montoya, V. (2004). El poder de la fantasía y la literatura infantil. Córdoba. Argentina: Ediciones del Sur.
Pérez, E. (2012). Una literatura sin tiempo ni edad: En: En junio como en enero. La Habana. Cuba: Editorial Gente Nueva
Sánchez, J. (2013). Antología de la literatura infantil venezolana. Caracas. Venezuela: La Estrella Roja.
Subero, E. (2010). La literatura infantil en el mundo hispanoamericano. Caracas. Venezuela: Fundación Editorial el perro y la rana.
Pérez, E. (2012). Una literatura sin tiempo ni edad: En: En junio como en enero. La Habana. Cuba: Editorial Gente Nueva
Sánchez, J. (2013). Antología de la literatura infantil venezolana. Caracas. Venezuela: La Estrella Roja.
Subero, E. (2010). La literatura infantil en el mundo hispanoamericano. Caracas. Venezuela: Fundación Editorial el perro y la rana.
Poesía para niños, el sueño habitado
Angela Gentile
Escribir para niños es un desafío permanente, cambian los paradigmas, los lenguajes, los símbolos y los códigos.
Nos preguntamos cómo debe ser un poeta para niños y no hay fórmulas establecidas; pero se intuye que el mismo debería escribir como si realizara un viaje por su alma, con exigencias, autenticidad y transitar entre lo ficcional y lo habitado.
El encuentro entre lector-oyente se fortalece a temprana edad, en lo bello y en el ritmo; porque en la musicalidad se completa la parte lúdica del lenguaje y hace que ese “lector latente” se inicie como tal, al relacionar su universo simbólico, al misterio creativo y a la calidad estética de manera natural; porque no debemos olvidar que todo niño es un captor polifónico de lo oral y de lo escrito.
La poesía debe luchar con un entorno social que generalmente no la cultiva y es éste uno de los puntos claves para no incorporarla tempranamente. Muchos factores confluyen al intentar educar el gusto poético, desde aprender a que no todo verso rimado es poesía, hasta descubrir que el ritmo es la iluminación del poema.
Los niños seleccionan, aceptan, buscan, evalúan, manifiestan y reciben; por lo cual el lenguaje poético debe mantener su autenticidad para permitir su recepción, lograr edificar el significado y construir su propia arquitectura como lector. Esa construcción llevó años y se inicia en el momento en el cual se considera la figura del niño como objetivo de una literatura; pero aún, más en el destinatario de una poesía, casi no existe, es velado como en el caso de Ilíada cuando mencionan a Astianax, temeroso ante la figura de su padre Héctor; a pesar que en ese mundo, los espartanos, instruían a los niños a partir de los siete años tanto en el arte de la guerra como en la poesía. Los latinos arrullaban a sus hijos cantándoles canciones de cuna, un mundo poético influenciado por la voz más vinculante y cercana.
Desde la Antigüedad se ha sumado el interés y no ha decaído en los siglos. Pensemos en Argentina entre los años 1880 y 1910, aparece una poesía de corte didascálico; luego ya en los albores del siglo XX, se predispone a elaborar el perfil patriótico pues ya la escolaridad había aumentado de modo considerable y era necesario incorporar la historia.
En esos intentos de construcción de un lenguaje poético, se perfila lo hispanoamericano como tradición, se suma la métrica breve, la melodía y el uso de la rima mayormente consonante.
Es entonces en este lugar del sur de América que comenzaron a interesarse por la poesía infantil: docentes, ensayistas y poetas; entre los cuales Germán Berdiales es uno de los precursores, Fryda Schultz de Mantovani que da un paso más y edita la revista “Mundo infantil”.
Nos preguntamos cómo debe ser un poeta para niños y no hay fórmulas establecidas; pero se intuye que el mismo debería escribir como si realizara un viaje por su alma, con exigencias, autenticidad y transitar entre lo ficcional y lo habitado.
El encuentro entre lector-oyente se fortalece a temprana edad, en lo bello y en el ritmo; porque en la musicalidad se completa la parte lúdica del lenguaje y hace que ese “lector latente” se inicie como tal, al relacionar su universo simbólico, al misterio creativo y a la calidad estética de manera natural; porque no debemos olvidar que todo niño es un captor polifónico de lo oral y de lo escrito.
La poesía debe luchar con un entorno social que generalmente no la cultiva y es éste uno de los puntos claves para no incorporarla tempranamente. Muchos factores confluyen al intentar educar el gusto poético, desde aprender a que no todo verso rimado es poesía, hasta descubrir que el ritmo es la iluminación del poema.
Los niños seleccionan, aceptan, buscan, evalúan, manifiestan y reciben; por lo cual el lenguaje poético debe mantener su autenticidad para permitir su recepción, lograr edificar el significado y construir su propia arquitectura como lector. Esa construcción llevó años y se inicia en el momento en el cual se considera la figura del niño como objetivo de una literatura; pero aún, más en el destinatario de una poesía, casi no existe, es velado como en el caso de Ilíada cuando mencionan a Astianax, temeroso ante la figura de su padre Héctor; a pesar que en ese mundo, los espartanos, instruían a los niños a partir de los siete años tanto en el arte de la guerra como en la poesía. Los latinos arrullaban a sus hijos cantándoles canciones de cuna, un mundo poético influenciado por la voz más vinculante y cercana.
Desde la Antigüedad se ha sumado el interés y no ha decaído en los siglos. Pensemos en Argentina entre los años 1880 y 1910, aparece una poesía de corte didascálico; luego ya en los albores del siglo XX, se predispone a elaborar el perfil patriótico pues ya la escolaridad había aumentado de modo considerable y era necesario incorporar la historia.
En esos intentos de construcción de un lenguaje poético, se perfila lo hispanoamericano como tradición, se suma la métrica breve, la melodía y el uso de la rima mayormente consonante.
Es entonces en este lugar del sur de América que comenzaron a interesarse por la poesía infantil: docentes, ensayistas y poetas; entre los cuales Germán Berdiales es uno de los precursores, Fryda Schultz de Mantovani que da un paso más y edita la revista “Mundo infantil”.
Berdiales reúne poesía y sociedad cuando sin mencionar el país que describe, plantea el concepto de pobreza, asociada al trabajo y apela a la musicalidad de ciertas estrofas para remarcarlo: “(…) mucho que lavar/mucho que planchar/mucho que zurcir (…)”.
Enrique Banchs, reúne se aproxima más a lo inmediato y aparecen animales, en intertextualidad con otros géneros: “Gato embotado viene y va/con una mano en la cintura/con el sombrero/ de mosquetero/(…)”
Rafael Alberto Arrieta se pronuncia con versos dedicados a los menesteres más pastoriles pero sin evitar la cruel realidad a la que se enfrenta el niño de esos tiempos: “Trisca, el cabritillo/por el prado en flor/ (oigo tu cuchillo, / sacrificador)/¡Corre,trepa, escapa/que llega y te atrapa(…)”
Fryda Schultz de Mantovani descubre el universo y hace que los niños entren en contacto con ese cosmos utópico “Se cayó la luna, /se cayó en la harina, /álzala despacio/ con tu mano limpia (…)”.
Otra poeta Emma de Cartosio activa el mundo de los juguetes en su poesía:” (…) al oso celeste/se le cayó una oreja,/ ya no puede oír/sus propias quejas(…)”
Otros autores dentro del arco de finales de siglo XIX e inicios del XX, se acercaron en algún momento de su obra a la poesía para niños, sin minimizarla. Entre ellos contamos con Luis Franco, Raúl Galán, Rafael Jijena Sánchez, Ricardo Molinari, Conrado Nalé Roxlo, Alfonsina Storni, José Sebastián Tallón, Javier Villafañe entre otros.
El siglo XX avanza y aparece la figura de María Elena Walsh quien revoluciona la palabra y hace entrar en crisis el olvido e incorpora el absurdo, fractura el lenguaje y musicaliza parte de su producción; de ese modo el mundo repite estrofas, proyectándola en las generaciones. Walsh vuelve universal lo cotidiano, va por los senderos originales y formula nuevos “limericks” como lo hiciera Edgard Lear en otro siglo. Elsa Bonermann está en el historial de aquellos que jugaron entre el mundo real y el imaginario con imágenes deslumbrantes que formaron el gusto estético de una década. María Cristina Ramos continua ese sendero ya iniciado por los poetas antes mencionados; encontrando que en su camino la rima es importante, la métrica, y la selección del vocabulario son fundamentales, para jerarquizar el arte de la poesía infantil.
Sin duda la poesía infantil es un camino que ilumina, permite la libertad y se vuelve única en cada lector.
Enrique Banchs, reúne se aproxima más a lo inmediato y aparecen animales, en intertextualidad con otros géneros: “Gato embotado viene y va/con una mano en la cintura/con el sombrero/ de mosquetero/(…)”
Rafael Alberto Arrieta se pronuncia con versos dedicados a los menesteres más pastoriles pero sin evitar la cruel realidad a la que se enfrenta el niño de esos tiempos: “Trisca, el cabritillo/por el prado en flor/ (oigo tu cuchillo, / sacrificador)/¡Corre,trepa, escapa/que llega y te atrapa(…)”
Fryda Schultz de Mantovani descubre el universo y hace que los niños entren en contacto con ese cosmos utópico “Se cayó la luna, /se cayó en la harina, /álzala despacio/ con tu mano limpia (…)”.
Otra poeta Emma de Cartosio activa el mundo de los juguetes en su poesía:” (…) al oso celeste/se le cayó una oreja,/ ya no puede oír/sus propias quejas(…)”
Otros autores dentro del arco de finales de siglo XIX e inicios del XX, se acercaron en algún momento de su obra a la poesía para niños, sin minimizarla. Entre ellos contamos con Luis Franco, Raúl Galán, Rafael Jijena Sánchez, Ricardo Molinari, Conrado Nalé Roxlo, Alfonsina Storni, José Sebastián Tallón, Javier Villafañe entre otros.
El siglo XX avanza y aparece la figura de María Elena Walsh quien revoluciona la palabra y hace entrar en crisis el olvido e incorpora el absurdo, fractura el lenguaje y musicaliza parte de su producción; de ese modo el mundo repite estrofas, proyectándola en las generaciones. Walsh vuelve universal lo cotidiano, va por los senderos originales y formula nuevos “limericks” como lo hiciera Edgard Lear en otro siglo. Elsa Bonermann está en el historial de aquellos que jugaron entre el mundo real y el imaginario con imágenes deslumbrantes que formaron el gusto estético de una década. María Cristina Ramos continua ese sendero ya iniciado por los poetas antes mencionados; encontrando que en su camino la rima es importante, la métrica, y la selección del vocabulario son fundamentales, para jerarquizar el arte de la poesía infantil.
Sin duda la poesía infantil es un camino que ilumina, permite la libertad y se vuelve única en cada lector.
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