ENTREVISTA ELIO PALENCIA, DRAMATURGO
"Somos una sociedad de muchos niños"
"Sigue habiendo esa necesidad de liderazgos confiables, la mayoría tiene ese deseo" "Ojalá sigamos en un camino de evolución para ver si dejamos de ser hijos que necesitan de un papá", señala el dramaturgo.
Asistió a los talleres de José Sanchís Sinisterra (Venancio Alcázares)
ÁNGEL RICARDO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
lunes 8 de julio de 2013
Tierra Santa de Elio Palencia fue la gran ganadora en el Premio Municipal de Teatro "César Rengifo" 2013, que otorga la Comisión de Educación y Cultura del Concejo del Municipio Libertador (Caracas). Fueron seis categorías, incluyendo mejor producción, dirección (Costa Palamides) y texto. Además esta semana se anunciaron los ganadores de la Tercera Muestra de Dramaturgia de Rajatabla y una de las obras que será montada es Miniña, también del autor maracayero nacido en 1963.
Los dramaturgos tienen una sensibilidad especial para acercarse al país y su gente, y Elio Palencia no es la excepción. Desde su primera obra, Detrás de la avenida (1988) hasta Promoción "Honor a mis padres" (2009), aborda problemas con la familia, el padre, la madre, los hijos, la apatía, la desconfianza, el machismo, los conflictos de género, el VIH... Sin embargo, no se considera un intelectual. Que no lo llamen para cambiar el mundo, dice, mas sí para amar un país que según él, está quizás pasando a la adolescencia, con todo lo que esto implica.
-¿Para qué le sirven los premios a un dramaturgo?
-(Silencio).
-Pregunto entonces ¿Qué siente el dramaturgo al ser premiado?
-Siempre es un reconocimiento a un trabajo que uno hace por vocación y por mucha voluntad sobre todo, el tipo de teatro que uno hace, que no tiene aspiraciones más que estéticas, comunicacionales, de cierto riesgo ético, sin aspiraciones económicas. Así que los premios siempre son un estímulo y un compromiso.
-¿Un peso?
-Sí, pero un peso sabroso, sobre todo, porque yo desde que comencé a escribir siempre lo he hecho por una necesidad.
-¿Qué le pasaba por la mente cuando escribió su primera obra de teatro?
-Querer hablarle a mi generación que yo sentía que no estaba en los escenarios... Yo veía las cosas de José Ignacio Cabrujas, Rodolfo Santana, y veía como se dirigían a su generación y cómo por retruque eso lo tocaba a uno, y era una maravilla.
-Vivió 13 años en España (desde 1991) ¿Qué herramientas obtuvo para mirar el país?
-Madrid la veo como otra casa. Allí viví muchas cosas como inmigrante. En España entendí que soy un escritor venezolano y quién es mi público. En principio, yo escribo para la gente de aquí.
-Tierra Santa tiene un planteamiento sobre la paternidad ¿Qué reflexiones le ha generado esa pieza sobre el país? ¿Necesitamos un padre o ya estamos grandecitos?
-Creo que sigue habiendo una necesidad de liderazgos confiables, la mayoría tiene ese deseo. No sé si sea lo más deseable, lo mejor, pero sí creo que eso responde a unos procesos mucho más complejos. La esperanza es que eso cambie no solo aquí sino en otras partes del mundo. Para crecer hay que romper con el padre, pero eso no significa que lo mates literalmente; lo matas simbólicamente, creces, eres un ciudadano, un adulto. Entonces esa adultez sigue siendo una necesidad para todos, adultez como ciudadanos. Somos una sociedad de muchos niños que no respetan al otro, que no lo toman en cuenta, entonces cuando eso sucede -y lo vemos cotidianamente, en muchas cosas, yo no pienso en ti para la cola y me coleo, cosas que uno ve desde que es niño- hay que cambiar con educación. Mientras en la sociedad la mayoría no sea adulta hay necesidad de una figura de autoridad que ponga orden, aunque, repito, no es lo deseable. Lo deseable es que seamos una sociedad de adultos.
-¿Está el artista para cambiar situaciones o para alertar?
-Para muchas cosas, y lo digo humildemente, y depende de cada uno. Yo por ejemplo, no creo que tenga que dar un mensaje. El artista está, primero, para intentar ser libre y dentro de su libertad ejemplificar creativamente con los demás en cuanto a la vida, el transcurrir. Creo que en parte, para dar goce, para hacer sentir que la vida va mucho más allá de cubrir unas necesidades inmediatas (comer, dormir, respirar), para elevar el espíritu también y en mi caso particular, a mi me gusta compartir preguntas más que certezas -que no tengo muchas, la verdad-, y eso lo hago con las herramientas del teatro: personajes, conflicto, acciones y con esa cosa viva de un acto efímero que me gusta mucho desde niño.
-¿Cree que el teatro sea incómodo para el poder?
-Podría ser, pero fíjate tú que eso me suena a veces un poco utópico porque siendo realistas, en Venezuela y el mundo el teatro de arte con cierta voluntad de riesgo no tiene un alcance así de grande, no es tan masivo como para que esa incomodidad sea tan grande, eso es en cierta medida fantasioso y hasta pretencioso. Alguna vez sí lo fue. Lo que tiene el teatro es otra cosa y es que es un reducto del pensamiento de la Humanidad y desde ese punto de vista es una posibilidad de que el hombre se vea, se siga viendo. No creo que eso sea lo que influya en que no tengamos una política.
-¿Ni siquiera las redes sociales y nuevas tecnologías aumentan la escala del teatro?
-Indudablemente aumentan la escala pero no creo que sea tan grande así. Muchos lo quisieran. Una vez estuve en un encuentro en Málaga en el que estuvo José Saramago -un señor del Partido Comunista, con una coherencia y una calidad artística inmensa- y lo primero que él dijo fue: Señores, la literatura no cambia al mundo; lo cambia la televisión. La literatura -y en eso también está el teatro- no tiene ese poder transformador en este momento, ayuda a que el hombre pueda estar sensibilizado y pueda acceder al cambio o cambiar, pero de por sí no lo cambia, es una vía, una herramienta, pero no tiene ese alcance. Y en esto yo creo que lo que sigue para salvar nuestro teatro es el voluntarismo de los que lo hacemos, de Contrajuego, Escena de Caracas, Teatrela, TET... Hay cosas positivas como las funciones a 15 bolívares que permiten que mucha gente se acerque al buen teatro por primera vez.
-¿Escribe una obra de teatro ahora?
-Tengo un proyecto para la televisión digital, una serie para niños, que me tiene muy entusiasmado. Hace 5 años se la mostré a Venevisión y no me paró; hace como un año se la mostré a José Antonio Varela de la Villa del Cine y este mes pasado acaba de salir el presupuesto. Además coordino un teleteatro de 13 emisiones que hace también la Villa para la televisión digital, para el que están convocados dramaturgos de todas las tendencias: César Rojas, Lupe Gehrenbeck, Gennys Pérez, Javier Vidal, Javier Moreno, Mónica Montañés...
-¿Y cómo está el clima político allá adentro? ¿Le está permitido ser crítico con el actual Gobierno?
-Yo jamás he tenido problemas con eso, yo soy y seré muy crítico con el que esté. Noto que desde que entró Pedro Calzadilla al Ministerio de la Cultura (ahora está Fidel Barbarito) hay una atmósfera de conciliación e integración.
-¿Ya puede hablar el dramaturgo de la era Hugo Chávez?
-Estamos muy cerquita del acontecimiento. No veo la distancia suficiente para hacer una valoración, fue algo inesperado. Él no surgió por generación espontánea, fueron muchas razones y yo creo que la Historia se va a encargar de ponerlo todo en su justo lugar. Ojalá sigamos en un camino de evolución para ver si en algún momento dejamos como mayoría de ser hijos que necesitan un papá y seamos adultos que podamos convivir y resolver los problemas en colectivo y tomando en cuenta al otro, pensando en el otro... Estamos en una fase de afirmación, y debemos tenerlo muy claro para querernos como esos adolescentes que somos, porque si hay algo que nos hace falta es querernos como país.
Twitter: @argomezc
Los dramaturgos tienen una sensibilidad especial para acercarse al país y su gente, y Elio Palencia no es la excepción. Desde su primera obra, Detrás de la avenida (1988) hasta Promoción "Honor a mis padres" (2009), aborda problemas con la familia, el padre, la madre, los hijos, la apatía, la desconfianza, el machismo, los conflictos de género, el VIH... Sin embargo, no se considera un intelectual. Que no lo llamen para cambiar el mundo, dice, mas sí para amar un país que según él, está quizás pasando a la adolescencia, con todo lo que esto implica.
-¿Para qué le sirven los premios a un dramaturgo?
-(Silencio).
-Pregunto entonces ¿Qué siente el dramaturgo al ser premiado?
-Siempre es un reconocimiento a un trabajo que uno hace por vocación y por mucha voluntad sobre todo, el tipo de teatro que uno hace, que no tiene aspiraciones más que estéticas, comunicacionales, de cierto riesgo ético, sin aspiraciones económicas. Así que los premios siempre son un estímulo y un compromiso.
-¿Un peso?
-Sí, pero un peso sabroso, sobre todo, porque yo desde que comencé a escribir siempre lo he hecho por una necesidad.
-¿Qué le pasaba por la mente cuando escribió su primera obra de teatro?
-Querer hablarle a mi generación que yo sentía que no estaba en los escenarios... Yo veía las cosas de José Ignacio Cabrujas, Rodolfo Santana, y veía como se dirigían a su generación y cómo por retruque eso lo tocaba a uno, y era una maravilla.
-Vivió 13 años en España (desde 1991) ¿Qué herramientas obtuvo para mirar el país?
-Madrid la veo como otra casa. Allí viví muchas cosas como inmigrante. En España entendí que soy un escritor venezolano y quién es mi público. En principio, yo escribo para la gente de aquí.
-Tierra Santa tiene un planteamiento sobre la paternidad ¿Qué reflexiones le ha generado esa pieza sobre el país? ¿Necesitamos un padre o ya estamos grandecitos?
-Creo que sigue habiendo una necesidad de liderazgos confiables, la mayoría tiene ese deseo. No sé si sea lo más deseable, lo mejor, pero sí creo que eso responde a unos procesos mucho más complejos. La esperanza es que eso cambie no solo aquí sino en otras partes del mundo. Para crecer hay que romper con el padre, pero eso no significa que lo mates literalmente; lo matas simbólicamente, creces, eres un ciudadano, un adulto. Entonces esa adultez sigue siendo una necesidad para todos, adultez como ciudadanos. Somos una sociedad de muchos niños que no respetan al otro, que no lo toman en cuenta, entonces cuando eso sucede -y lo vemos cotidianamente, en muchas cosas, yo no pienso en ti para la cola y me coleo, cosas que uno ve desde que es niño- hay que cambiar con educación. Mientras en la sociedad la mayoría no sea adulta hay necesidad de una figura de autoridad que ponga orden, aunque, repito, no es lo deseable. Lo deseable es que seamos una sociedad de adultos.
-¿Está el artista para cambiar situaciones o para alertar?
-Para muchas cosas, y lo digo humildemente, y depende de cada uno. Yo por ejemplo, no creo que tenga que dar un mensaje. El artista está, primero, para intentar ser libre y dentro de su libertad ejemplificar creativamente con los demás en cuanto a la vida, el transcurrir. Creo que en parte, para dar goce, para hacer sentir que la vida va mucho más allá de cubrir unas necesidades inmediatas (comer, dormir, respirar), para elevar el espíritu también y en mi caso particular, a mi me gusta compartir preguntas más que certezas -que no tengo muchas, la verdad-, y eso lo hago con las herramientas del teatro: personajes, conflicto, acciones y con esa cosa viva de un acto efímero que me gusta mucho desde niño.
-¿Cree que el teatro sea incómodo para el poder?
-Podría ser, pero fíjate tú que eso me suena a veces un poco utópico porque siendo realistas, en Venezuela y el mundo el teatro de arte con cierta voluntad de riesgo no tiene un alcance así de grande, no es tan masivo como para que esa incomodidad sea tan grande, eso es en cierta medida fantasioso y hasta pretencioso. Alguna vez sí lo fue. Lo que tiene el teatro es otra cosa y es que es un reducto del pensamiento de la Humanidad y desde ese punto de vista es una posibilidad de que el hombre se vea, se siga viendo. No creo que eso sea lo que influya en que no tengamos una política.
-¿Ni siquiera las redes sociales y nuevas tecnologías aumentan la escala del teatro?
-Indudablemente aumentan la escala pero no creo que sea tan grande así. Muchos lo quisieran. Una vez estuve en un encuentro en Málaga en el que estuvo José Saramago -un señor del Partido Comunista, con una coherencia y una calidad artística inmensa- y lo primero que él dijo fue: Señores, la literatura no cambia al mundo; lo cambia la televisión. La literatura -y en eso también está el teatro- no tiene ese poder transformador en este momento, ayuda a que el hombre pueda estar sensibilizado y pueda acceder al cambio o cambiar, pero de por sí no lo cambia, es una vía, una herramienta, pero no tiene ese alcance. Y en esto yo creo que lo que sigue para salvar nuestro teatro es el voluntarismo de los que lo hacemos, de Contrajuego, Escena de Caracas, Teatrela, TET... Hay cosas positivas como las funciones a 15 bolívares que permiten que mucha gente se acerque al buen teatro por primera vez.
-¿Escribe una obra de teatro ahora?
-Tengo un proyecto para la televisión digital, una serie para niños, que me tiene muy entusiasmado. Hace 5 años se la mostré a Venevisión y no me paró; hace como un año se la mostré a José Antonio Varela de la Villa del Cine y este mes pasado acaba de salir el presupuesto. Además coordino un teleteatro de 13 emisiones que hace también la Villa para la televisión digital, para el que están convocados dramaturgos de todas las tendencias: César Rojas, Lupe Gehrenbeck, Gennys Pérez, Javier Vidal, Javier Moreno, Mónica Montañés...
-¿Y cómo está el clima político allá adentro? ¿Le está permitido ser crítico con el actual Gobierno?
-Yo jamás he tenido problemas con eso, yo soy y seré muy crítico con el que esté. Noto que desde que entró Pedro Calzadilla al Ministerio de la Cultura (ahora está Fidel Barbarito) hay una atmósfera de conciliación e integración.
-¿Ya puede hablar el dramaturgo de la era Hugo Chávez?
-Estamos muy cerquita del acontecimiento. No veo la distancia suficiente para hacer una valoración, fue algo inesperado. Él no surgió por generación espontánea, fueron muchas razones y yo creo que la Historia se va a encargar de ponerlo todo en su justo lugar. Ojalá sigamos en un camino de evolución para ver si en algún momento dejamos como mayoría de ser hijos que necesitan un papá y seamos adultos que podamos convivir y resolver los problemas en colectivo y tomando en cuenta al otro, pensando en el otro... Estamos en una fase de afirmación, y debemos tenerlo muy claro para querernos como esos adolescentes que somos, porque si hay algo que nos hace falta es querernos como país.
Twitter: @argomezc
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