PANORAMA DE LA LITERATURA INFANTIL EN VENEZUELA
Elaborado por Norma González Viloria y Fulvio Quintana
Como ocurre en todos los pueblos y las culturas del mundo, la literatura infantil, en Venezuela, nace de dos fuentes:
• Los libros didácticos.
• La tradición oral.
Fue a partir del año 1829 cuando comenzaron a producirse libros dirigidos a los niños en Venezuela, los cuales, como en la mayor parte de nuestros países, eran didácticos. Entre éstos destaca El libro de la infancia por un amigo de los niños (1856), de Amenodoro Urdaneta.
Con la llegada de los conquistadores y colonizadores provenientes de España, se heredó la tradición oral de ese país, alimentándose además de otras culturas, como la africana, dando lugar a nuevas y variadas creaciones.
Un hecho fundamental para el impulso de la literatura infantil en nuestro país, fue la creación de las revistas Onza, Tigre y León (1938-1948) y Tricolor (1949-1993), y su fundador y director Rafael Rivero Oramas, pionero y padre de este género en nuestro país.
Rivero Oramas se propuso proveer a los infantes venezolanos de una literatura que se opusiera a las “lecturas escolares” imperantes en la época en que vivía, y a través de sus revistas dio gran impulso al género, que sólo entonces comenzó a vitalizarse.
Aunque en los años 50 y 60 hubo algunas iniciativas editoriales, es en el año 1967 cuando surge una primera editorial de libros para niños llamada Churum Merú y en 1968 se publican dos importantes colecciones: Puente Dorado y Estrella Amiga, del Instituto Nacional de la Cultura (INCIBA)
A finales de los 70 empieza a mejorar el panorama editorial. Se crea el Sistema Nacional de Bibliotecas públicas, que demandaba libros y materiales de lectura para los niños y jóvenes.
Se fundan las editoriales especializadas en literatura infantil, apareciendo revistas y periódicos para niños. En 1978 surge Ediciones Ekaré, del Banco del Libro y, paralelamente surge la editorial María Di Mase.
Entre los periódicos publicados a partir de ese momento destacan El Cohete (1979-1981), el suplemento infantil de El Carabobeño (1977), Perro nevado (1979) y El Barquito (1978); entre las revistas: el Boletín nacional de literatura infantil yParapara; posteriormente, La ventana mágica (1985) y Onza, Tigre y León en su nueva etapa.
Por esa época, surgen los primeros estudios de esta disciplina en el país, con libros como La literatura infantil venezolana(1977), de Efraín Subero, con posteriores investigaciones y estudios de Carmen Mannarino, Marisa Vannini, Velia Bosch, María Beatriz Medina y Griselda Navas.
Durante los años 80 ocurre en España el boom de la literatura infantil y comienza a llegar a nuestro país mucho de esta literatura, lo que contribuyó a la formación de nuevos gustos y tendencias. De forma posterior, se sumaron nuevas editoriales, como: Tinta, papel y vida e Isabel de los Ríos, Amanda y Rondalera; se crean colecciones infantiles en editoriales nacionales como Alfadil y Monte Ávila Editores y existe un interés de editoriales extranjeras por publicar autores venezolanos, como es el caso de Alfaguara y Norma.
La lírica tradicional y moderna
Rafael Olivares Figueroa, poeta e investigador, incluyó el “Folklore infantil” y el “Folklore maternal” en su libro Folklore venezolano (1948), y publicó sistemáticamente adivinanzas, acertijos, enredos y coplas en la revista Tricolor.
Efraín Subero incorporó composiciones de este tipo en su Poesía infantil venezolana; Luis Arturo Domínguez ofrecía juegos, coplas y corridos en sus libros de folklore para las escuelas y Josefina Bello de Jiménez en su Arre, caballito (1965) incluye rimas y juegos para los niños más pequeños.
Aparecen libros de adivinanzas y acertijos que resultaron verdaderos éxitos editoriales en el país colmos publicados por Ediciones Ekaré: ¿qué será, qué no será? (1978) y Tun, tun ¿quién es?, con textos recopilados por Doris Marcano y Carmen Henry; y un libro como Colmos y colmillos, de Abilio Padrón (1992), con colmos, juegos de preguntas y respuestas y asociaciones de palabras.
Es importante señalar el trabajo de recopilación de Josefina Urdaneta, pedagoga y escritora, en Contigo sí. Cómo divertirse y jugar con niños en edad preescolar y Si canto… soy un cantueso (1992), libro donde reúne retahílas, antiguas y nuevas canciones y juegos de mímica. Además de Iván Pérez Rossi y su Cantemos con los niños (1987) y Rosario Anzola con El son del ratón y otras canciones (1993).
Anteriormente, Antonio Arráiz, de alguna manera, había inaugurado este género con un libro sobre Tío Tigre y Tío Conejo.
Hoy día también debemos citar A la una la luna. Poesía venezolana para niños, cuya selección y prólogo a cargo de María Elena Maggi, con ilustraciones de Carmen Salvador, permite el acceso a una pequeña muestra de nuestra lírica.
Clásicos de la lírica venezolana
En el año 1950 fue editado un libro clásico en el campo de la poesía infantil llamado Canta, Pirulero, de Manuel Felipe Rugeles, con reediciones hasta 1983, donde se encuentras poemas de medidas clásicas, en las que se percibía la resonancia de poetas españoles del 36 y del folklore venezolano.
Entre los poetas líricos publicados a partir de los 70, sobresalen Beatriz Mendoza Sagarzazu y Fanny Uzcátegui, o autores con una poesía más desenfadada como Flor Roffé de Estévez con Una cebolla en la olla (1978) y El cumpleaños de la gallinita (1992) o Jesús Rosas Marcano con obras como Cotiledón, cotiledón la vida (1965), La ciudad (1968), Manso vidrio del Aire (1968) o El Mago del cuento (1989)
En 1971 se publicó un libro que constituyó una curiosidad y un acontecimiento: La huerta de Doñana, de Fernando Paz Castillo. Este libro, editado 50 años después de haberse escrito, es un texto dramatizado en el que se intercalan cuantos y cancioncillas, y al cual pertenece El príncipe moro, publicado por Ediciones Ekaré en 1982.
En 1983 María Di Mase editó el libro Angelitos Negros y otros cantares de Andrés Eloy Blanco, con poemas negroides, en los que diversas composiciones emulan una fiesta de tambores.
La figura que hoy en día es considerada como el máximo exponente de nuestra poesía infantil es Aquiles Nazoa (1920-1976), un poeta que se llamó a sí mismo “cantor de lo pequeño” o “de las cosas más sencillas”, su obra ha sido editada para el público infantil y juvenil en libros exitosos como Fábula de la ratoncita presumida (1982), Retablillo de Navidad (1990), El libro de los animales (1991) y La fábula de la avispa ahogada (1992).
La narrativa tradicional
Rafael Rivero Oramas escribió numerosos cuentos, pero los más conocidos fueron los de tío Tigre y tío Conejo. Algunos de esos cuentos fueron recopilados en su libro El mundo de tío Conejo (1973) y publicados después por Ekaré, junto a otros editados en forma independiente: El hojarasquerito del monte, La piedra del zamuro y Tío Caricari. Pero además recreó antiguas fábulas de origen europeo, como Pedro Rimales y Juan Bobo; también recreó mitos y leyendas indígenas.
En la recopilación de este tipo de narraciones ha sido fundamental la labor de la investigadora y escritora Pilar Almoina de Carrera, quien publicó Este era una vez… (1968) y El camino de tío Conejo (1970), cuentos reunidos posteriormente en Había una vez… veintiséis cuentos y Once cuentos maravillosos (1990), editados por Ediciones Ekaré.
También es de relevancia la labor de Javier Villafañe, escritor y titiritero argentino, que vivió muchos años en Venezuela y recopiló en la región de los andes cuantos populares que se reflejaron en los libros Cuentos que me contaron (1975) y posteriormente La mujer que se volvió serpiente y otros cuentos que me contaron (1977)
La tradición indígena
En 1978, Ediciones Ekaré inicia su trabajo editorial con la colección Narraciones Indígenas, presentando historias de la tradición oral de los indios pemón como El cocuyo y la mora (1978), El rabipelado burlado (1978), El tigre y el cangrejo o El Tigre y el rayo (1980) o también de la tradición guajira como El conejo y el mapurite (1980), La capa del morrocoy y El burrito y la tuna.
Autores del mundo adulto que han escrito cuentos para niños:
Julio Garmendia: Manzanita, Las dos Chelitas
Salvador Garmendia: El Turpial que vivió dos veces, Galileo en su reino
Adriano González León: Cosas sueltas y secretas (2007)
Gabriel Jiménez Emán: Los 1001 cuentos de 1 línea (2004)
José Rafael Pocaterra: De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús (1986)
Luis Manuel Urbaneja Achelpohl: Ovejón (1983)
Teresa de la Parra : El genio del pasacarta (1999)
Narradores contemporáneos
Un escritor relevante dentro de la narrativa de las últimas décadas es Orlando Araujo quien publicó en 1971 el relato Miguel Vicente Pata Caliente, seis años después publica Los viajes de Miguel Vicente Pata Caliente (1977). Posteriormente se han publicado otros libros suyos, entre los que destaca El niño y el caballo (1993).
Otro cuento destacado es La calle es libre (1981) de Carmen Diana Dearden, publicado bajo el seudónimo de Kurusa.
En el género del cuento, es importante resaltar algunos autores de los últimos años del siglo XX:
- Armando José Sequera: Teresa y Mi mamá es más bonita que la tuya
- María del Pilar Quintero: Arcalía la gran tejedora (1987)
- Yolanda Pantin: Ratón y Vampiro se conocen (1992)
- Jacqueline Goldberg: Una señora con sombrero (1993)
- Luiz Carlos Neves: Nuevas hazañas del sapo Cururú (1991)
- Salvador Garmendia con Galileo en su reino (1993)
- Mireya Tabuas: Gato Encerrado(1995) y Cuentos para leer a escondidas(1999)
Entre las voces nuevas de esta primera década del siglo XXI debemos citar, entre otros, a:
- Milagros Socorro (Horripilón tiene miedo/2007)
- Rafael Rodríguez Calcaño (Un encuentro inesperado /2006)
- Eduardo Polo (Chamario / 2004) con prólogo de Eugenio Montejo
- Fanuel Hanán Díaz (Cartas a Leandro /2006)
- Sashenka García (Entre gustos, hay amores/ 2006)
- Fedosy Santaella (Historias que espantan el sueño/ 2007)
LITERATURA INFANTIL
La literatura infantil en Venezuela
Mª Beatriz Medina
Banco del libro
Banco del libro
Como antecedente de la literatura infantil, la oralidad en Venezuela recopiló la rica y variada tradición de una herencia que sería recogida más tarde por los libros para niños. Sin embargo, cuando la imprenta hizo su aparición en el país se editaron los primeros libros para niños, que se alejaron de la oralidad para que se ubiquen bajo los preceptos del didactismo.
Cuando el país había transitado años de independencia y era necesario trazar los límites de la identidad nacional, los libros para niños volvieron la mirada hacia los héroes y la tradición oral, poblada de personajes como Tío Tigre y Tío. El nombre de Rafael Rivero Oramas se hace presente como pionero y gran divulgador de la tradición oral. Antonio Arráiz publica en esa misma línea, Cuentos de TíoTigre y Tío Conejo en la década de los cuarenta, Pilar Almoina saca a ala luz Carrera Y El camino de Tío Conejo en 1970 y Luis Eduardo Egui Cuentos para niños, en 1971.
El criollismo narrativo dejó su impronta cuando varios de sus cultores -como Luis M. Urbaneja Achelpohl y José Rafael Pocaterra- incursionaron en la literatura para niños. El modernismo se hizo presente con El diente roto de Pedro Emilio Coll, mientras la modernidad irrumpe con Manzanita (1951) de Julio Garmendia, un clásico de la Literatura infantil venezolana. Miguel Vicente Pata Caliente (1971) de Orlando Araujo sigue esta senda y entre ellos, se sitúan autores como Oscar Guaramato Ramón Palomares, David Alizo, Carlos Izquierdo, Francisco Massiani y Marisa Vannini.
En poesía, Fernando Paz Castillo con La huerta de Doñana (1920) y Manuel Felipe Rugeles con su libro Canta Pirulero (1954) inician, con propiedad, el cultivo del género poético para niños. Rafael Olivares Figueroa y Efraín Subero publican antologías fundamentales. Y son refencias obligadas los nombres de Elizabeth Schön, Beatriz Mendoza Sagarzazu, Ana Teresa Hernández, Velia Bosch, Aquiles Nazoa y Jesús Rosas Marcano, este último gran promotor -- desde distintas aristas-- de la literatura infantil.
A partir de los años setenta se siente un impulso en el libro para niños, surgen varias editoriales y se crea -bajo la batuta de Monika Doppert desde ediciones Ekaré- una escuela en el campo de la ilustración del que dan muestra los trabajos de Morella Fuenmayor, Rosana Farías, Irene Savino, María Fernanda Oliver y Cristina Keller. En otra tendencia más cercana a lo que se conoce como ilustración de libros para niños se sitúan Marcela Cabrera, Carmen Salvador, Vicky Sampere, María Elena Repiso, Jorge Blanco y Menena Cottin. Mención aparte merecen Carlos Cotte, Gloria Calderón y, más recientemente, Gerald Espinoza.
La contemporaneidad, ya con otra visión del libro para niños, presenta un conjunto de autores que siguen líneas diferentes. Salvador Garmendia, con una obra consolidada, incursiona revitalizando la narrativa. Los nombres de Daniel Barbot, Verónica Uribe y Carmen Diana Dearden asumen distintas posturas con un objetivo común: recuperar el espacio de la cotidianidad y de la realidad, con una buena dosis de imaginación. Laura Antillano y Mercedes Franco revisitan temas con propuestas novedosas, mientras Yolanda Pantin consolida una presencia importante con un trabajo continuo. Rafael Arráiz Lucca y Ednodio Quintero muestran visiones diferentes a la hora de abordar el género. María del Pilar Quintero y Aminta Díaz recuperan el ámbito de lo tradicional, mientras Armando José Sequera y Luiz Carlos Neves ejercen -con conciencia y disciplina- el oficio de escritor; el primero dentro del campo de la narrativa y el segundo con una obra poética extensa que ha marcado el curso de la poesía infantil en nuestro país. Aurora de La Cueva y Fanuel Díaz han asumido el riesgo de trabajar el libro informativo y nuevos nombres como el de Mireya Tabuas, Reyva Franco y Rafael Rodríguez Calcaño anuncian otros derroteros